El libro "Los
que se alejan de Omelas" (The Ones Who Walk Away from Omelas)
es un relato corto de la escritora Ursula K. Le Guin y plantea un dilema ético profundo
sobre el costo de la felicidad colectiva. La historia describe una ciudad
utópica, Omelas, donde todo parece perfecto: los ciudadanos son felices, no hay
sufrimiento ni opresión, y la comunidad vive en paz. Sin embargo, esta
perfección depende de una condición cruel: un solo niño debe permanecer aislado
en un sótano oscuro. El niño está desnudo, sucio y vive en condiciones de
extrema desnutrición, descuido y sufriendo constantemente. No recibe ningún
tipo de consuelo ni amabilidad. Su sufrimiento es absoluto y continuo, pero
necesario.
Todos los
habitantes de Omelas saben de la existencia de este niño y aceptan su
sufrimiento como el precio necesario para mantener su felicidad.
"Algunos al
principio se quedan horrorizados y disgustados [...] Luego, con el tiempo,
empiezan a entender que toda la bondad, felicidad y magnificencia de Omelas
depende de este sacrificio".
Este proceso se
asemeja a cómo las sociedades modernas lidian con injusticias sistemáticas
como: la explotación laboral, la pobreza extrema, o incluso los efectos de
políticas represivas. Hay un conocimiento inicial, tal vez indignación, pero
con el tiempo la mayoría de las personas lo aceptan o lo ignoran en nombre de
la estabilidad o el progreso.
La autora Ursula
K. Le Guin plantea que en Omelas hay una "sociedad perfecta", pero
tiene un costo, que es sostenida por algo no tan perfecto que es el sacrificio
de un niño. Esto de fondo revela una verdad incómoda e ineludible: en la
vida real, las sociedades rara vez pueden eliminar por completo el sufrimiento
o la injusticia. Sin embargo, es la decisión de las personas tolerarlas o
resistirlas, y esto define nuestra identidad ética y moral. De ahí que surja la
pregunta:
¿Hasta qué punto
es justificable sacrificar los derechos o la dignidad de algunos para el
beneficio de otros?
Desde un punto
de vista pragmático o realista quedarse en Omelas brinda prosperidad a la
mayoría, que vale el sufrimiento absoluto de un solo niño (parecido a lo planteado
por Jeremy Bentham en lógica utilitaria: el mayor bien para el mayor
número). Los que permanecen en Omelas aceptan esta lógica cruel, pero que es
necesaria y eficiente.
Con sus defectos
éticos, esta primera alternativa no siempre implica maldad o indiferencia, sino
una elección reconociendo que la perfección es inalcanzable y que algún costo
es inevitable. Ya que el sistema vigente aunque imperfecto, les ofrece más beneficios
que perjuicios. Sin embargo, este sistema no protege principios absolutos
como la justicia o los derechos humanos; ya que todo puede ser negociable si
sirve al "mayor bien".
Desde una
segunda opción idealista, es mejor buscar otro lugar, que comprometer la ética,
el idealismo ético, el sacrificio de un solo individuo es inadmisible (John
Rawls en la Teoría de la "Justicia como Equidad" plantea
que una sociedad justa debe garantizar igualdad de oportunidades, y nunca
lastimar a los más desfavorecidos). En esta opción, la dignidad y los derechos
humanos son absolutos y no deben violarse bajo ninguna circunstancia a nadir.
Este rechazo incluso significa renunciar a su propia felicidad, en lugar ser
cómplices de un sistema moralmente corrupto.
Es importante
destacar que, la obra no idealiza a los que se van; no sabemos hacia dónde se
dirigen, ni si encontrarán una alternativa ética "mejor". Esto
sugiere que el idealismo no garantiza soluciones, pero afirma la importancia de
actuar según principios éticos. Los que eligen irse rechazan con su moral,
pero también implica que aceptan la impotencia frente a la injusticia
estructural.
En relación al
dilema de Omelas se refleja en decisiones sociales y políticas cotidianas,
donde aquellos incapaces de soportar lo que consideran injusto, deciden
abandonar la ciudad, aunque sin saber exactamente hacia dónde van. Estos son “los
que se alejan de Omelas”.
Aunque la situación presentada en el relato de Le Guin puede parecer
exagerada, funciona como una metáfora para explorar dilemas éticos que también
existen en nuestra vida cotidiana. Estos dilemas son difíciles de identificar
porque suelen estar diluidos en sistemas y estructuras complejas. Ya que en
lugar de recaer sobre un solo individuo, como en la historia de Omelas, los
sacrificios se distribuyen entre grupos sociales enteros, especialmente hacia los menos favorecidos.
Tal vez en nuestro mundo no existe una felicidad absoluta para nadie ni un
sufrimiento absoluto concentrado en una sola persona, como ocurre en Omelas.
Sin embargo, la felicidad y el sufrimiento son parte inherente de la
experiencia humana, aunque con un profundo nivel de desigualdad. Esto significa
que todos experimentan alguna forma de felicidad y sufrimiento, pero en
cantidades radicalmente desiguales.
Alguien podría argumentar que "todos sufrimos, tanto poderosos como
débiles". Sin embargo, el punto crucial es que las personas en situaciones
de vulnerabilidad sufren mucho más, ya que están expuestas de manera
desproporcionada a las tragedias y adversidades de la vida.
A partir de su relato, Le Guin nos obliga, como lectores, a enfrentarnos a
preguntas éticas fundamentales: ¿Qué hacemos, o dejamos de hacer, para cambiar
estas estructuras? ¿Qué tan cómodos estamos con las desigualdades que sustentan
nuestra propia felicidad? Si ya reconozco que alguien sufre para que yo sea
feliz, ¿qué acciones puedo tomar para reducir el sufrimiento que causo a otros?
¿Sé identificar cuál es mi cuota de responsabilidad en la infelicidad de los
demás? ¿Y sé distinguir cuándo el sufrimiento de alguien está completamente
fuera de mi control o responsabilidad?
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