El marco de referencia para el análisis de la Realidad Nacional desde perspectivas economicas es variado, este marco tiene como objetivo establecer las bases para analizar la realidad nacional desde diferentes perspectivas ideológicas relacionadas con el Estado desde la parte economica. En este sentido, se establecen perspectivas acerca de un estado: liberal, interventor, socialista y neoliberal desde la perspectiva de economía y la concentración del poder y los recursos. Comprender cómo diferentes ideologías configuran el rol del Estado en la economía es esencial para evaluar la concentración del poder y los recursos en contextos nacionales específicos, considerando cómo cada modelo impacta las dinámicas económicas
1. Estado
Liberal
El Estado liberal
está basado en los principios del individualismo, la propiedad privada y la
libre competencia. Su función principal es garantizar el estado de derecho, los
derechos individuales y la seguridad, interviniendo lo menos posible en la
economía y la sociedad. En este modelo, se fomenta el lema "dejar hacer,
dejar pasar", permitiendo que las fuerzas del mercado regulen la oferta y
la demanda. Adam Smith es representativo de esta perspectiva. Adam Smith, por
ejemplo, defendió que la "mano invisible" del mercado era suficiente
para equilibrar la economía sin intervención estatal.
Por ejemplo, en
una panadería bajo un modelo liberal, el dueño tiene total libertad para fijar
precios, decidir qué productos ofrecer y cómo manejar su negocio. Si otro
competidor abre una panadería cercana, se asume que la competencia mejorará la
calidad y reducirá los precios. Sin embargo, este enfoque podría generar
desigualdad, ya que las panaderías más pequeñas podrían verse desplazadas por
grandes cadenas con mayores recursos.
2. Estado
Interventor
El Estado
interventor asume un papel activo en la regulación económica y social para
corregir desigualdades y garantizar el bienestar general. John Maynard Keynes
es una figura clave que defiende este enfoque, argumentando que el gasto
público y la regulación estatal son necesarios para estabilizar la economía.
En el caso de una
panadería, el Estado podría establecer regulaciones sobre los precios del pan
para garantizar que sean accesibles a toda la población, además de proporcionar
subsidios a los pequeños panaderos para que puedan competir con grandes empresas.
También podría implementar normativas estrictas de calidad y seguridad
alimentaria. Aunque esto beneficia a los consumidores y pequeños productores,
podría aumentar la burocracia y limitar la flexibilidad del negocio.
3. Estado
Socialista
El Estado
socialista busca la eliminación de las desigualdades económicas y sociales
mediante la propiedad colectiva de los medios de producción y una planificación
centralizada. Karl Marx y Friedrich Engels son los principales autores de esta
corriente, con Vladimir Lenin como representante en la práctica política.
En un modelo
socialista, la panadería sería administrada por el Estado o por una cooperativa
de trabajadores. Los precios, los insumos y las ganancias serían controlados y
distribuidos de manera equitativa, priorizando el acceso al pan como un derecho
básico. Si bien esto garantiza que todos tengan acceso al producto, la falta de
incentivos individuales podría reducir la innovación y la eficiencia en el
manejo de la panadería.
4. Estado
Neoliberal
El neoliberalismo
promueve una reducción significativa del papel del Estado, defendiendo la
desregulación, la privatización y la apertura de mercados. Friedrich Hayek y
Milton Friedman son defensores de esta perspectiva. Este modelo considera que
el mercado es el mecanismo más eficiente para asignar recursos y fomenta,
directa o indirectamente, la concentración de capital en pocas manos.
Aplicado a una
panadería, el modelo neoliberal permitiría la privatización de cualquier apoyo
estatal, como subsidios o créditos, dejando que los dueños compitan en un
mercado completamente abierto. Si bien esto fomenta la eficiencia y la
competitividad, también podría generar la concentración del mercado en grandes
cadenas panaderas, desplazando a los pequeños negocios y aumentando las
desigualdades.
Los apartados del
neoliberalismo aplican con instrumentos como los siguientes:
Tratado de
Libre Comercio (TLC):
En el marco neoliberal, los TLC son instrumentos clave para promover la
apertura económica y la integración de mercados internacionales. Estos tratados
buscan eliminar barreras comerciales, como aranceles y cuotas, fomentando la
libre circulación de bienes, servicios y capital. Desde esta perspectiva, el
TLC impulsa la competencia y la eficiencia, permitiendo a los países acceder a
mercados más amplios y beneficiarse de la especialización según sus ventajas
comparativas. Sin embargo, también puede favorecer la concentración de capital
en grandes corporaciones transnacionales, que poseen mayor capacidad para
adaptarse y competir en mercados globales.
Un TLC en teoria
permitiría a una panadería importar insumos más baratos, como harina o
maquinaria, reduciendo costos de producción. Sin embargo, también podría
exponerla a la competencia de productos panificados importados a bajo costo,
afectando su sostenibilidad.
La
privatización: es
uno de los pilares del neoliberalismo y consiste en transferir la propiedad y
la gestión de bienes y servicios públicos al sector privado. Este enfoque
argumenta que las empresas privadas son más eficientes que las públicas en la
gestión de recursos debido a la competencia y los incentivos para maximizar
beneficios. Sin embargo, esta práctica puede conducir a la concentración de
recursos en pocas manos, especialmente cuando los bienes privatizados incluyen
servicios esenciales como agua, energía o transporte.
En un contexto de
privatización, el Estado podría vender una panadería estatal o cooperativa a un
grupo privado. Si bien esto podría mejorar la eficiencia operativa, podría
limitar el acceso a precios asequibles o reducir la capacidad de pequeños
panaderos para competir.
La
dolarización: implica
adoptar una moneda extranjera (generalmente el dólar estadounidense) como
moneda oficial, buscando estabilizar la economía y facilitar el comercio
internacional. En el marco neoliberal, la dolarización elimina la autonomía
monetaria y reduce el riesgo de devaluaciones, lo que fomenta la confianza de
los inversores. No obstante, también puede limitar la capacidad del Estado para
responder a crisis económicas y favorecer la concentración de poder económico
en actores que ya tienen acceso a divisas.
La dolarización
podría beneficiar a una panadería al facilitar la compra de insumos importados
y estabilizar precios. Sin embargo, también podría encarecer los costos de
producción si los ingresos de los consumidores no se ajustan a los precios
dolarizados, afectando la demanda y favoreciendo a grandes cadenas con mayor
capacidad para absorber fluctuaciones económicas.
5. Economía
del Bienestar (Welfare Economics)
La Economía
del Bienestar, desarrollada inicialmente por Arthur Pigou (1920) y
más tarde enriquecida por Amartya Sen, se centra en evaluar las
políticas públicas según su impacto en el bienestar social, no únicamente en la
eficiencia del mercado. Esta corriente parte del principio de que el
crecimiento económico solo tiene sentido si mejora las condiciones de vida de las
personas, reduce desigualdades y fortalece las capacidades humanas.
A diferencia de
los enfoques puramente liberales, la economía del bienestar considera que el
mercado, por sí solo, no garantiza resultados justos. Por ello, el
Estado debe intervenir para corregir las “fallas del mercado”, tales
como las externalidades, los monopolios naturales o la sobreexplotación
de los bienes comunes. Aquí se conecta con el llamado “dilema de los
comunes”, formulado por Garrett Hardin (1968), que describe cómo los
individuos, al actuar racionalmente en su propio interés, pueden destruir
recursos compartidos que benefician a todos.
Imaginemos un pasto
comunal utilizado por varios ganaderos de una comunidad. Cada uno busca
maximizar su beneficio individual agregando más vacas, lo que aumenta sus
ingresos a corto plazo. Sin embargo, si todos hacen lo mismo, el pasto termina
sobreexplotado, el suelo se degrada y la comunidad pierde su fuente de
sustento. Este escenario representa una falla del mercado en la gestión
de bienes comunes, pues las decisiones individuales no reflejan el costo social
colectivo.
El Estado
Interventor y el Estado de Bienestar comparten la idea de que el
mercado no puede regularse solo, pero difieren en su alcance y propósito. El
primero, inspirado en John Maynard Keynes, busca principalmente estabilizar
la economía mediante la regulación, el gasto público y la inversión
estatal, corrigiendo las crisis y manteniendo el empleo. En cambio, el Estado
de Bienestar, basado en la Economía del Bienestar y en la idea de
justicia social, va más allá de la intervención económica: su objetivo es garantizar
derechos sociales universales como salud, educación, vivienda y pensiones,
reduciendo desigualdades y promoviendo la equidad. En síntesis, mientras el
Estado Interventor actúa para equilibrar el mercado, el Estado de Bienestar
actúa para redistribuir los beneficios del desarrollo y asegurar
condiciones dignas de vida para toda la población.
6. Economia
Institucional
Los economistas Daron
Acemoglu y James A. Robinson, en su obra Why Nations Fail
(2012), sostienen que la prosperidad de los países no depende tanto de su
riqueza natural o de políticas específicas, sino de la calidad de sus
instituciones políticas y económicas. La clave está en si esas
instituciones son inclusivas —es decir, promueven la participación, la
competencia y la innovación— o extractivas, cuando concentran el poder y
los recursos en pocas manos.
Las instituciones
inclusivas fomentan la inversión y la creatividad porque las personas
confían en que podrán disfrutar de los frutos de su trabajo. Ejemplos claros
son los países nórdicos como Suecia o Noruega, donde el acceso
equitativo a la educación, los derechos laborales y la estabilidad jurídica
generan altos niveles de productividad y cohesión social. En América Latina, Uruguay
se acerca a este modelo gracias a su sistema político estable y su cobertura
social universal.
En contraste, las
instituciones extractivas concentran poder y recursos en una élite que
usa el Estado para su propio beneficio. En estos sistemas, el crecimiento
económico puede existir, pero no se distribuye; el desarrollo se vuelve frágil
y desigual. Un ejemplo es Venezuela durante el auge petrolero de los años
2000, cuando los ingresos del petróleo se concentraron en manos de grupos
vinculados al poder, mientras la infraestructura productiva y los servicios
públicos colapsaban. Otro caso es el de El Salvador en los años 90 y 2000,
donde las privatizaciones sin regulación efectiva concentraron servicios
esenciales —como la banca, las telecomunicaciones o la energía— en pocos
conglomerados empresariales, limitando la competencia real.
Desde la
perspectiva del análisis de la Realidad Nacional, esta teoría explica
por qué algunos países o territorios dentro de un mismo Estado prosperan y
otros no: la diferencia no está en la geografía ni en la cultura, sino en el
grado en que las instituciones permiten o bloquean la participación de la
ciudadanía en la economía y en la toma de decisiones. En síntesis, la
desigualdad y el estancamiento no son accidentes, sino consecuencias de
estructuras institucionales que extraen valor de muchos para beneficio de
pocos.
Modelo de
Sustitución de Importaciones (ISI)
La Industrialización
por Sustitución de Importaciones (ISI) fue una estrategia económica
aplicada en América Latina entre las décadas de 1950 y 1970, impulsada por la CEPAL
bajo el liderazgo de Raúl Prebisch y Celso Furtado. Su propósito
era reducir la dependencia externa de productos manufacturados y promover la industrialización
interna, protegiendo a las nuevas industrias nacionales mediante aranceles,
subsidios y empresas estatales. El modelo partía del diagnóstico de que los
países latinoamericanos ocupaban una posición periférica en la economía mundial
—exportadores de materias primas y consumidores de bienes industriales— y que
solo mediante un Estado planificador e interventor podrían revertir esa
desigualdad estructural. En El Salvador y Centroamérica, este enfoque se
materializó con la creación del Mercado Común Centroamericano (MCCA),
que buscó integrar los mercados nacionales para sostener una industria
regional. Aunque logró aumentar la producción y el comercio intrarregional, el
modelo generó desequilibrios: los beneficios se concentraron en las élites
urbanas, persistió la dependencia tecnológica y surgieron tensiones entre los
países más industrializados (como El Salvador y Guatemala) y los menos
desarrollados (como Honduras y Nicaragua). A fines de los años setenta, la
crisis fiscal y la apertura comercial global llevaron al declive del modelo
ISI, abriendo paso al neoliberalismo.
Teoría de la
Dependencia
La Teoría de
la Dependencia surgió en los años sesenta como una respuesta crítica al
fracaso del modelo de sustitución de importaciones y al orden económico
internacional. Autores como Andre Gunder Frank, Theotonio Dos Santos,
Ruy Mauro Marini y Fernando Henrique Cardoso argumentaron que el subdesarrollo
latinoamericano no era una etapa previa al desarrollo, sino una consecuencia
estructural de la inserción desigual de la región en el sistema capitalista
global. Desde esta perspectiva, el mundo se divide en un centro —formado
por las potencias industrializadas— y una periferia, compuesta por
economías dependientes que exportan materias primas e importan bienes de alto
valor agregado. Esta relación de dependencia reproduce la desigualdad y limita
la soberanía económica. Los teóricos de la dependencia propusieron fortalecer
el papel del Estado, promover la integración regional y reducir la
subordinación tecnológica y financiera. En la práctica, su diagnóstico se
reflejó en las tensiones de los años setenta, cuando países como Chile, Brasil
o México intentaron caminos de desarrollo más autónomos. En Centroamérica, la
dependencia se mantuvo bajo nuevas formas —como la dependencia de remesas,
créditos internacionales y exportaciones agroindustriales—, mostrando que la
estructura de subordinación económica denunciada por esta teoría sigue vigente
bajo nuevas dinámicas globales.
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