El racismo hacia la población negra en El Salvador ha operado históricamente bajo una lógica de negación y borramiento, más que de segregación abierta. A diferencia de otros países latinoamericanos donde la presencia afrodescendiente es visible en la vida cotidiana, en El Salvador el racismo se ha expresado principalmente en la invisibilización de las raíces africanas dentro del relato nacional, acompañado de la idea falsa de que “aquí no hay negros”. Esta narrativa, profundamente arraigada en el imaginario colectivo, ha servido para construir una identidad nacional mestiza homogénea que excluye y silencia la diversidad racial.
Durante la época colonial, El Salvador —como parte del sistema esclavista de la Capitanía General de Guatemala— recibió población africana esclavizada, utilizada en labores agrícolas, domésticas y portuarias, especialmente en zonas costeras como Sonsonate y La Libertad. Sin embargo, el proceso de blanqueamiento social impulsado por las élites criollas desde el siglo XIX buscó borrar toda huella africana, tanto en el registro histórico como en la representación cultural. El decreto de 1824, que prohibía el ingreso de personas negras y mulatas al país, refleja el racismo institucional que acompañó el proyecto de nación: una aspiración a “purificar” la población para alinearse con los ideales europeos de progreso y civilización.
En el siglo XX, el racismo continuó reproduciéndose de manera sutil y estructural: a través del lenguaje, los medios, el sistema educativo y las relaciones sociales. Los estereotipos sobre “lo negro” —asociado a lo feo, lo servil o lo exótico— se naturalizaron en el habla popular y en la cultura visual. Mientras tanto, los aportes afrodescendientes a la música, la religiosidad popular, la gastronomía o la historia nacional quedaron relegados o apropiados sin reconocimiento.
1. El racismo: es un sistema de creencias, prácticas y estructuras sociales que jerarquizan a las personas según características físicas o culturales, especialmente el color de piel, el origen étnico o la ascendencia.
No se trata solo de prejuicios individuales, sino de un sistema histórico de poder que asigna privilegios a ciertos grupos (generalmente blancos o europeos) y discrimina a otros (pueblos afrodescendientes, indígenas, asiáticos o mestizos).
El racismo funciona tanto en lo explícito —la violencia abierta, las ofensas, la exclusión directa— como en lo estructural y simbólico, cuando la desigualdad se normaliza a través de instituciones, medios o discursos que refuerzan la idea de superioridad e inferioridad racial.
Autores como Frantz Fanon (Piel negra, máscaras blancas, 1952) y Stuart Hall (Representation, 1997) han mostrado que el racismo no solo domina cuerpos, sino también imaginarios: define qué cuerpos se representan como bellos, peligrosos, inteligentes o civilizados.
Un ejemplo se representa en 12 Years a Slave (2013), basada en la historia real de Solomon Northup, un hombre negro libre que fue secuestrado y vendido como esclavo. El racismo aparece aquí como una institución económica y moralmente legitimada, donde la violencia física y simbólica servía para mantener la jerarquía racial del sistema esclavista.
2. Doble conciencia: es una noción central en la obra de W.E.B. Du Bois, describe la experiencia psicológica y social de las personas afrodescendientes que viven entre dos mundos culturales y simbólicos: el de su propia comunidad y el de la sociedad blanca dominante, la doble conciencia es el desdoblamiento del sujeto negro entre su autopercepción y la mirada impuesta. Esta división genera un conflicto interno entre cómo uno se percibe a sí mismo y cómo es percibido por los demás, especialmente por una estructura social que lo oprime o lo inferioriza.
Du Bois la define como “la sensación peculiar de mirarse siempre a través de los ojos de los otros”, es decir, de verse reflejado en el juicio del opresor
A través del concepto de la doble conciencia, Du Bois explicó cómo el racismo no solo oprime materialmente, sino que también divide la identidad y la subjetividad del oprimido, generando una fractura entre el yo interior y la mirada social impuesta.
Durante su juventud, Du Bois vivió directamente esta experiencia. Nacido en Great Barrington, Massachusetts, en un entorno mayoritariamente blanco, fue desde pequeño consciente de su diferencia racial. Cuando ingresó a Harvard University —de donde se graduó en 1890—, se convirtió en uno de los pocos estudiantes afroamericanos en una institución elitista dominada por la clase blanca protestante. Allí experimentó una forma particular de inclusión sin pertenencia: podía compartir aulas y destacar intelectualmente, pero no era aceptado socialmente como igual. Este contraste le reveló los límites del ideal de igualdad estadounidense: por más méritos que tuviera, su color de piel seguía siendo interpretado como signo de inferioridad.
Du Bois lo resumió magistralmente con una frase emblemática:
“Dos almas, dos pensamientos, dos esfuerzos irreconciliables habitan en un mismo cuerpo oscuro, empeñado en no ser destrozado.”
3. El síndrome Stephen Candy (también llamado “esclavo fiel” o “house negro”): alude a un arquetipo histórico y psicológico del personaje negro que defiende los intereses del amo o del sistema opresor por encima de los de su propia comunidad, defender a los maltratadores. Este revela la interiorización del racismo estructural, donde la persona oprimida adopta los valores, las normas y las lógicas del dominador, creyendo que su proximidad al poder le otorga seguridad o reconocimiento.
Desde la perspectiva de Frantz Fanon en Piel negra, máscaras blancas (1952), este comportamiento encarna la colonización mental, es decir, la alienación del sujeto que busca validación a través de la mirada del opresor. Fanon explica que la persona negra colonizada aprende a desear ser como el blanco, imitando sus formas de hablar, vestir o pensar, y llega incluso a justificar la opresión que lo mantiene subordinado. Se trata de una forma profunda de violencia simbólica: el deseo de aceptación reemplaza el deseo de liberación.
Este síndrome se manifiesta en contextos históricos como la esclavitud o la servidumbre doméstica, donde algunos esclavos asumían los intereses de sus amos como propios. Pero también persiste en la vida contemporánea, cuando personas afrodescendientes reproducen discursos racistas o meritocráticos que legitiman el sistema que los margina.
Un ejemplo emblemático se encuentra en Stephen (Samuel L. Jackson), personaje de Django Unchained (2012). Stephen es el mayordomo negro de una plantación y actúa con un celo casi paternal hacia su amo blanco, Calvin Candie, a quien protege incluso más que a sí mismo. Su lealtad extrema no proviene de un verdadero respeto, sino de una forma de alienación psicológica: ha interiorizado la jerarquía racial al punto de volverse guardián del orden que lo oprime. A través de él, Quentin Tarantino exhibe la violencia más perversa del racismo: aquella que convierte a la víctima en instrumento del sistema.
4. La intolerancia étnica: es una actitud de rechazo, hostilidad o desprecio hacia personas de una etnia, cultura o color de piel distinto, y se expresa tanto en conductas individuales como en estructuras sociales. Puede manifestarse mediante insultos, exclusión, discriminación laboral o política, pero también en estereotipos mediáticos o silencios institucionales que deshumanizan a los grupos minoritarios.
A diferencia del racismo, que se asienta sobre jerarquías históricas de poder, la intolerancia étnica puede existir entre distintos grupos o comunidades que se perciben mutuamente como “otros”. Su raíz se encuentra en el miedo a la diferencia: la tendencia humana —potenciada por la cultura y la política— a ver lo distinto como amenaza.
En América Latina, la CEPAL (2020) ha señalado que la intolerancia étnica persiste en la negación de las identidades afrodescendientes e indígenas, en la burla hacia los acentos, la estigmatización de los cuerpos y la exclusión de los saberes no europeos. No se trata solo de prejuicios individuales, sino de un entramado simbólico que perpetúa el colonialismo en la vida cotidiana.
En Ruanda, los grupos hutu y tutsi hablaban el mismo idioma (kinyarwanda), compartían la misma religión y vivían mezclados, pero la colonización europea (primero alemana, luego belga) impuso una jerarquía racializada. Entre abril y julio de 1994, en apenas 100 días, se produjo el genocidio de Ruanda, en el que murieron aproximadamente 800,000 personas, en su mayoría tutsis, asesinadas por milicias y civiles hutus extremistas.
Un ejemplo cinematográfico puede verse en Crash (2004), donde distintos personajes enfrentan tensiones raciales y étnicas en Los Ángeles. La película expone cómo la intolerancia se reproduce en gestos cotidianos, miradas, comentarios y políticas de seguridad. Aunque algunos personajes no se consideran racistas, sus prejuicios étnicos guían sus decisiones y relaciones, mostrando que la intolerancia es tan estructural como inconsciente.
5. La segregación racial es la separación física, social y simbólica entre grupos raciales, impuesta por leyes, costumbres o prácticas institucionales. No solo divide a las personas en espacios distintos —escuelas, barrios, transporte—, sino que legitima la desigualdad como norma. Representa una de las formas más visibles del racismo institucional, pues el espacio se convierte en instrumento de poder.
Durante gran parte del siglo XX, la segregación fue una política de Estado en países como Estados Unidos y Sudáfrica. En el sur estadounidense, las leyes de Jim Crow (1877–1964) obligaban a negros y blancos a usar servicios separados, con la justificación de que eran “iguales pero separados”. En realidad, esta separación aseguraba la inferioridad material y simbólica de la población afroamericana. En Sudáfrica, el apartheid llevó esta lógica al extremo: la raza determinaba dónde podías vivir, estudiar, amar o morir.
La segregación no ha desaparecido: hoy se expresa en la geografía de las desigualdades urbanas, donde las poblaciones negras o mestizas habitan zonas con menos servicios, educación precaria y mayor violencia. Los guetos y barrios marginales son herencias urbanas de esa lógica racializada.
Un ejemplo cinematográfico contundente está en la pelicula Hidden Figures (Talentos ocultos, 2016) basada en hechos reales, la película muestra a tres científicas afroamericanas —Katherine Johnson, Dorothy Vaughan y Mary Jackson— que trabajaron en la NASA durante la carrera espacial.
Otro ejemplo se ve en The Help (2011), ambientada en el Misisipi de los años sesenta. La película muestra cómo las mujeres negras trabajaban como sirvientas en hogares blancos, pero no podían usar los mismos baños ni comer en las mismas mesas. La distancia física era también moral: un recordatorio diario de que la “raza” dictaba el valor de la persona.
5.1 Guetto: Espacio urbano donde se concentra o confina una minoría marginada, ya sea por imposición legal o exclusión social.
5.2 Appertheid: Sistema político de segregación racial institucionalizada aplicado en Sudáfrica entre 1950 y 1990, bajo el dominio de la minoría blanca. Prohibía los matrimonios interraciales, la participación política y el acceso equitativo a educación o propiedad.
6. La supremacía racial es una ideología que sostiene que ciertos grupos humanos —en particular, los blancos— son superiores por naturaleza. Esta creencia ha servido como justificación para la esclavitud, el colonialismo, la eugenesia y los regímenes de segregación. No se trata solo de una idea, sino de un sistema de poder que organiza el mundo según una jerarquía racial.
El supremacismo blanco articula esa ideología en clave política y cultural: defiende la pureza racial, el nacionalismo etnocéntrico y la exclusión de minorías. Desde el siglo XIX, movimientos como el Ku Klux Klan o el apartheid sudafricano institucionalizaron la supremacía blanca bajo el discurso de la civilización y el progreso. En el siglo XXI, estos discursos resurgen en la alt-right y en grupos neonazis que utilizan internet como espacio de reclutamiento y propaganda.
Autores como Achille Mbembe y Angela Davis han mostrado que la supremacía racial no desapareció con la abolición del racismo legal, sino que se transformó en necro-política: la capacidad del poder de decidir quiénes merecen vivir y quiénes pueden ser abandonados a la miseria o la violencia.
Una representación simbólica puede verse en American History X (1998), donde Derek Vinyard (Edward Norton) encarna el odio racial hasta su transformación. La película desmantela los mitos del supremacismo mostrando su raíz en el miedo, la ignorancia y la herencia familiar. La redención del protagonista no borra el daño, pero revela que la supremacía racial no es una verdad, sino una enfermedad social aprendida.
En muchos países latinoamericanos, la invisibilización se manifiesta en los censos oficiales, en la educación, en los medios de comunicación y en los relatos nacionales que exponen una identidad “mestiza” sin reconocer la herencia africana.
El documental “En México ni negros hay” (JusticiaTV, 2017) muestra cómo durante décadas el Estado mexicano negó la existencia de poblaciones afrodescendientes, invisibilizando su historia en la narrativa nacional.
En el contexto racial y colonial, el etnocentrismo ha legitimado la imposición de valores europeos sobre pueblos indígenas y afrodescendientes, justificando la conquista y el colonialismo bajo la idea de “civilizar al otro”.
El esclavismo sentó las bases del racismo moderno, al justificar la deshumanización de los pueblos africanos mediante discursos pseudocientíficos que los presentaban como inferiores o destinados al trabajo forzado. Películas como 12 Years a Slave (2013) o Amistad (1997) muestran la brutalidad del sistema esclavista y la violencia simbólica de convertir cuerpos humanos en mercancías.
Ambas obras reflejan cómo la esclavitud moldeó la estructura económica y cultural del mundo atlántico.
11. Black Lives Matter es un movimiento social internacional nacido en Estados Unidos en 2013 tras la absolución del asesino de Trayvon Martin, un adolescente afroamericano.
Su objetivo es denunciar la violencia policial, la impunidad y el racismo institucional, así como promover la dignidad y la vida de las personas negras en todo el mundo.
El movimiento redefine la lucha por los derechos civiles en clave contemporánea, articulando activismo digital, arte, educación y protesta social. El lema “I can’t breathe” (No puedo respirar), pronunciado por George Floyd antes de morir asfixiado por un policía en 2020, se convirtió en símbolo global del antirracismo. Protestas inspiradas por BLM se replicaron en más de 60 países, mostrando que la desigualdad racial es un fenómeno transnacional
12. El blackwashing: es una práctica mediática, artística o política en la que se utiliza la representación de personas negras como símbolo de diversidad o inclusión, pero sin un compromiso real con la equidad racial o la transformación estructural.
La inclusión superficial en marcas de moda tras el auge de Black Lives Matter ha sido criticada por figuras como Kimberlé Crenshaw y bell hooks como parte del consumo simbólico de la diversidad.
13. El Ku Klux Klan (KKK): es una organización supremacista blanca fundada en 1865 en Estados Unidos tras la Guerra Civil. Defiende el racismo, el antisemitismo, la homofobia y el nacionalismo cristiano extremo, y ha sido responsable de linchamientos, incendios, amenazas y asesinatos de afroamericanos y otros grupos minoritarios. Por ejemplo: El filme Mississippi Burning (1988) muestra la brutalidad del Klan y su influencia en la política local del sur estadounidense.
Más recientemente, BlacKkKlansman (2018), de Spike Lee, ironiza sobre la infiltración de un policía negro en el Klan, revelando cómo el odio racial se adapta a los tiempos.
14. El término White Fragility fue acuñado por Robin DiAngelo (2011, 2018) para describir las reacciones defensivas que muchas personas blancas muestran cuando se enfrentan a conversaciones sobre racismo o privilegio. Estas respuestas —culpa, enojo, negación o silencio— actúan como mecanismos de autoprotección que impiden reconocer el racismo estructural y preservan la comodidad del privilegio racial. En espacios educativos o laborales, cuando se aborda el racismo, algunos individuos blancos desvían la conversación o se declaran “no racistas”, sin cuestionar los sistemas que los benefician.
15. La afroconciencia o conciencia negra es el proceso de orgullo, afirmación y acción política en torno a la identidad afrodescendiente. Combina la memoria histórica, la autoestima colectiva y la resistencia cultural frente al racismo estructural, promoviendo la transformación social y la recuperación de las raíces africanas. En Brasil, el Día de la Conciencia Negra (20 de noviembre) conmemora la muerte de Zumbi dos Palmares, líder quilombola que luchó contra la esclavitud.
En el arte, obras como las de Kehinde Wiley o la música de Gilberto Gil reivindican la belleza negra como resistencia estética y política.
18. El racismo inverso es un término del discurso público, especialmente en Estados Unidos, usado para describir supuestas actitudes de discriminación contra personas blancas por parte de grupos racializados. Sin embargo, desde la teoría crítica de la raza, se considera un concepto erróneo, ya que el racismo no se reduce a la hostilidad individual, sino que implica una estructura de poder histórica que privilegia a los grupos blancos. Cuando una empresa o institución implementa políticas de acción afirmativa para promover diversidad racial, algunos sectores las interpretan como “racismo inverso”. En realidad, dichas políticas buscan corregir desigualdades estructurales, no invertirlas.
19. El antirracismo: es un conjunto de ideas, prácticas y movimientos que buscan identificar, denunciar y desmantelar el racismo estructural. No se limita a rechazar el racismo individual o explícito, sino que promueve la justicia racial, la reparación histórica y la transformación institucional. La filósofa y activista Angela Davis ha vinculado el antirracismo con el feminismo y el abolicionismo carcelario, argumentando que las estructuras raciales y de género deben desmantelarse juntas. En la cultura popular, deportistas como Colin Kaepernick, que se arrodilló durante el himno de EE. UU. para protestar por la violencia policial, representan el activismo antirracista contemporáneo.
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