La violencia es el uso intencional de la fuerza o del poder —ya sea de manera física, psicológica, verbal, sexual, económica, simbólica, estructural o cultural— contra una persona, grupo o comunidad, que produce o tiene una alta probabilidad de producir daño físico, sufrimiento emocional, privación, limitación de derechos, trauma o incluso la muerte.
No se reduce únicamente a agresiones visibles como los golpes o asesinatos, sino que incluye prácticas más sutiles o normalizadas, como el lenguaje discriminatorio, la exclusión social o la desigualdad estructural, que generan condiciones de vida dañinas y perpetúan relaciones de dominación.
La pirámide de la violencia es un modelo analítico que permite comprender cómo las expresiones más extremas de violencia, como los homicidios o los feminicidios, no surgen de manera aislada, sino que se sostienen en una base amplia de prácticas, actitudes y discursos que normalizan y legitiman el daño. En su parte inferior se encuentran formas “invisibilizadas” o naturalizadas de violencia —como el lenguaje discriminatorio, el acoso cotidiano o la exclusión social— que, aunque no resulten letales, contribuyen a crear un ambiente de tolerancia hacia niveles más altos de agresión. A medida que se asciende en la pirámide, estas prácticas se intensifican en violencia física, sexual o psicológica hasta llegar a los crímenes más graves.
Este enfoque permite comprender que la violencia es un fenómeno estructural y cultural, más amplio que los homicidios, porque incluye desigualdades de género, prácticas discriminatorias, relaciones de poder abusivas y microviolencias que refuerzan un sistema de dominación.
Entre los autores que han trabajado este enfoque se encuentran Johan Galtung.
Nivel 1. Romantizar la violencia
Definición: Narrativas que justifican, embellecen o normalizan la violencia como algo noble, inevitable o heroico.
Ejemplos en El Salvador:
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Durante la guerra civil, tanto la guerrilla del FMLN como el ejército usaban la idea de los “héroes caídos” o “mártires” como ejemplo a seguir. En discursos y canciones, se exaltaba la entrega total a la causa, incluso si implicaba morir o matar.
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En el período reciente, Nayib Bukele y sus funcionarios han hablado de la “guerra contra las pandillas” en términos de misión patriótica. Frases como “Dios está con nosotros en esta batalla” legitiman la represión y naturalizan violaciones a derechos humanos como parte de un sacrificio necesario.
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El discurso que presenta a la población carcelaria como “animales” o “demonios” también romantiza su eliminación como un acto de justicia divina.
Efecto: Al presentar la violencia como heroísmo, se vuelve aceptable socialmente, incluso antes de que se materialice en actos de agresión directa.
Nivel 2. Burlarse o hacer chistes
Definición: Ridiculizar o caricaturizar a adversarios políticos para restarles legitimidad.
Ejemplos en El Salvador:
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En la Asamblea Legislativa (2018–2021), diputados de Nuevas Ideas y aliados usan sobrenombres despectivos contra opositores. Por ejemplo, se ha llamado “dipurrata” a los diputados críticos, o se les ridiculiza por su forma de vestir o hablar.
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En redes sociales, funcionarios cercanos al oficialismo difunden memes burlándose de periodistas como Carlos Dada (El Faro) o de opositoras políticas como Claudia Ortiz (VAMOS), restando seriedad a sus posturas mediante ridiculización.
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En campañas pasadas, candidatos como Mauricio Funes (2009) utilizaron anuncios en los que se ridiculizaba a Rodrigo Ávila (ARENA) por su supuesta torpeza y frases mal dichas.
Referirse como “Angelitos” → para ridiculizar a los detenidos por el régimen de excepción. Con esta burla se presenta como si las organizaciones defendieran solo a criminales en lugar de derechos humanos.
La utilizacion de términos despectivos a las mujeres, utilizados en redes sociales y espacios políticos para deslegitimar a mujeres y colectivos feministas que luchan por derechos reproductivos, igualdad salarial o contra la violencia de género. El efecto es caricaturizar sus demandas como exageradas, irracionales o autoritarias.
Efecto: Esta violencia simbólica parece “inofensiva”, pero construye una imagen pública de burla permanente que erosiona la credibilidad de la víctima.
Nivel 3. Callar, Censurar o difamar
Definición: Limitar la libertad de expresión o difundir información falsa para dañar la reputación.
Ejemplos en El Salvador:
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En 2022, el gobierno de Bukele bloqueó a varios medios independientes (El Faro, GatoEncerrado, Focos TV) de conferencias de prensa oficiales.
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Campañas de difamación desde cuentas afines al oficialismo han acusado a periodistas de recibir dinero de “ONG extranjeras” o de estar vinculados al narcotráfico, sin pruebas.
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En los años noventa, gobiernos de ARENA usaban cadenas nacionales para censurar la narrativa de organizaciones de derechos humanos, presentándolos como “defensores de delincuentes”.
Efecto: Reduce los canales de comunicación de los opositores y siembra desconfianza en la población.
Nivel 4. Acosar y obstaculizar el ejercicio político
Definición: Estrategias de hostigamiento que buscan impedir o dificultar que alguien ejerza un cargo o postule.
Ejemplos en El Salvador:
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En 2021, la Asamblea dominada por Nuevas Ideas destituyó a los magistrados de la Sala de lo Constitucional y al Fiscal General, quebrando el orden institucional para remover opositores incómodos.
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La diputada Claudia Ortiz ha denunciado constantes intentos de obstaculizar su participación, incluyendo exclusión en comisiones y limitación de su tiempo de palabra.
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En gobiernos anteriores, como el de Francisco Flores, se presionaba a jueces críticos con procesos administrativos o recortes de presupuesto judicial.
Efecto: Genera un ambiente donde la oposición política se vuelve inviable o extremadamente costosa.
Nivel 5. Amenazar, insultar o chantajear
Definición: Intimidación directa para condicionar decisiones o generar miedo.
Ejemplos en El Salvador:
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Periodistas de El Faro y GatoEncerrado han recibido amenazas de muerte tras publicar investigaciones sobre corrupción y vínculos de Bukele con pandillas.
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Durante el conflicto armado, las amenazas eran comunes contra líderes sindicales y defensores de derechos humanos, como el caso de los sindicalistas del STISSS.
Durante los años noventa y principios de los 2000 en El Salvador, las calles eran escenario de amenazas entre seguidores de los principales partidos políticos que busca limitar o menoscabar el ejercicio de los derechos y deberes políticos de la ciudadanía.
José Roberto Silva Rugamas ha estado vinculado a distintos procesos judiciales relacionados con violencia política y digital. Fue capturado por los delitos de difusión ilegal de información y acoso mediante tecnologías de la información; además, enfrentó una demanda por difamación al acusar al sindicato SITTOJ de estafa. También fue condenado por expresiones de violencia contra la mujer, lo que le obligó a pagar salarios mínimos y presentar una disculpa pública. Finalmente, estuvo bajo prisión preventiva tras un altercado en un hotel con una excandidata, lo que evidenció un patrón de hostigamiento en espacios tanto digitales como físicos.
Efecto: Busca controlar mediante el miedo, sin necesidad inmediata de violencia física.
Nivel 6. Agredir físicamente
Definición: Acciones directas contra la integridad corporal.
Ejemplos en El Salvador:
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Manifestantes contra la privatización de servicios públicos han sido golpeados por fuerzas de seguridad en diferentes gobiernos, incluidos episodios bajo Francisco Flores y Antonio Saca.
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En el régimen de excepción actual, se han documentado golpizas y torturas contra detenidos en cárceles, denunciadas por Cristosal y Amnistía Internacional.
Efecto: Muestra el paso de la intimidación simbólica al control directo mediante la fuerza física.
Nivel 7. Asesinar
Definición: Eliminación física del adversario, grado máximo de violencia política.
Ejemplos en El Salvador:
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El asesinato de monseñor Óscar Arnulfo Romero en 1980, ordenado por estructuras ligadas al poder político y militar.
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La masacre de los seis sacerdotes jesuitas y dos colaboradoras en la UCA (1989), perpetrada por el ejército.
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Asesinatos de líderes comunitarios en zonas rurales, como el caso de Francisco Martínez, ambientalista de Cabañas (2009), vinculado a conflictos por minería metálica.
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En 2022, bajo el régimen de excepción, diversas organizaciones han denunciado muertes de opositores y detenidos en cárceles por condiciones de tortura y falta de atención médica.
Efecto: Genera terror colectivo, destruye el tejido político opositor y envía un mensaje de dominación total.
La masacre del Mozote y los diferentes tipos de violencia
En Morazán, mucho antes de que llegaran los soldados, ya corrían voces que pintaban a los campesinos como “semilleros de comunistas” y al ejército como héroes dispuestos a defender la patria hasta con su vida. Hablar de mártires y de sacrificios por la causa servía para justificar la muerte como algo noble (Nivel 1: Romantizar la violencia).
En los cuarteles y en las calles, se repetían chistes crueles sobre los campesinos “harapientos” (Nivel 2: Burlarse o hacer chistes). En la actualidad, tomarse una foto en el monumento a las víctimas de El Mozote en actitud festiva y de turismo banaliza el sufrimiento por parte de alguien que no le importa la masacre. Esto convierte un sitio de memoria y duelo en un escenario de autopromoción, borrando su carácter sagrado y comunitario. Una fotografía en pareja, con sonrisas, en un lugar donde fueron asesinados niños y familias completas, puede interpretarse como burla hacia la memoria histórica. Aunque no se exprese en palabras, el gesto transmite indiferencia o desprecio hacia las víctimas.
Cuando periodistas extranjeros intentaban dar a conocer lo que ocurría, se les señalaba de inventar propaganda comunista, y la versión oficial negaba las matanzas. Los medios críticos eran silenciados o acusados sin pruebas de estar vendidos a intereses extranjeros, después de la guerra se intentó ocultar que la masacre había existido (Nivel 3: Callar, censurar o difamar).
Los líderes comunitarios que enseñaban a leer o que organizaban cooperativas eran perseguidos y vistos como enemigos del Estado. Su voz y su labor eran obstaculizadas con detenciones y señalamientos, hasta forzarlos a dejar sus proyectos o huir. En la actualidad hay grupos de personas que obstaculiza el acceso a la justicia (Nivel 4: Acosar y obstaculizar el ejercicio político).
Antes de la masacre, los pobladores recibieron advertencias: “Si ayudan a la guerrilla, nadie quedará vivo”. Esas amenazas buscaban paralizar de miedo a las familias y marcarles que no había salida (Nivel 5: Amenazar, insultar o chantajear).
Cuando el batallón Atlacatl entró a El Mozote en diciembre de 1981, comenzó la brutalidad física. Los soldados golpearon, separaron a los hombres, violaron a mujeres y niñas, y torturaron a quienes se resistían. El dolor del cuerpo se convirtió en herramienta de control (Nivel 6: Agredir físicamente).
Finalmente, llegó la cúspide del horror: cientos de hombres, mujeres, ancianos y niños fueron ejecutados sin piedad. La comunidad entera fue borrada en un acto que pretendía sembrar terror y mostrar dominio absoluto (Nivel 7: Asesinar).