La incidencia los grupos religiosos, en este caso iglesias evangélicas, puede darse en diferentes escenarios. Un grupo de presión o de fuerza política surge cuando un conjunto de personas realiza una acción o acciones destinadas a influir en las instituciones del poder público para producir decisiones de éste favorables a sus propios fines, sin necesariamente ejercer el poder directamente. En El Salvador este comportamiento ha sucedido en diferentes momento, y diferentes personas, están desde los más comprometidos hasta los menos, pero todos tienen como base la fe para desarrollar una herramienta política.
En el pasado la sociedad era percibida por numerosos grupos pentecostales y evangélicos como lugar de pecado, donde se separaba el espacio de la iglesia y mundo. Sin embargo, en el escenario político centroamericano actual crecen nuevos actores políticos confesionales con origen evangélico y pentecostal que hacen notar su pertenencia con una "revolución política" proyectándose como "políticos de Dios", aquellos quienes se identifican la gente organizada religiosamente y que participan de la vida política del país. Tal cual se muestran a continuación.
En primer lugar, existen (s) iglesia(s) evangélica(s) (ya que no son homogéneas), que actúan como grupo de interés político en posturas de oposición al matrimonio homosexual y al aborto, la promoción de la lectura de la biblia en las escuelas, la exención de impuestos, negación de educación sexual pública, la predicación en centros penales, estas solo por mencionar algunas. Toman una postura institucional contundente desde la religión (como grupo social) para incidir en la política. Por ejemplo, Numa Rodezno, pastor de la iglesia La Asamblea de Dios es coordinador del movimiento de Transformación Nacional contra el aborto.
En segundo lugar, están los funcionarios públicos que se identifican plenamente como evangélicos en su ejercicio, y lo mencionan en sus discursos, es decir que buscan incidencia pero de una forma personal. Por ejemplo, Antonio Armendáriz del PCN ha dicho: “votaremos por la reforma para que se cumpla la palabra de Dios”, este diputado se autodenomina evangélico, y es también un político profesional. Otros casos son el del diputado Mario Ponce del PCN “Habrá decisiones de tipo moral que tendrá uno que poner la religión y ser un ingrediente importantísimo, sea de apoyo o de rechazo”… “No puedo pensar que mezclo política con religión, pero es que no hay otra filosofía similar a la palabra, que me indique que puedo hacer lo contrario a lo que dice la palabra de Dios… pero no estoy mezclando”. Es utilizada por políticos profesionales capaces de asegurarse los vínculos confesionales, en ocasiones sin restringir su imagen con alguna afiliación religiosa específica.
Algunos grupos evangélicos pentecostales denuncian la corrupción política o su inconformidad, y ponen en tela de juicio la acción de los partidos políticos históricos, que los ha llevado en muchos casos (tal es el caso de Costa Rica o Brasil donde se han formado bancadas evangélicas) a entrar directamente a buscar un cargo de elección popular. Pero en El Salvador al menos hasta 2021 no es el caso.
En tercer lugar, cuando candidatos se muestran solo como simpatizantes de iglesias evangélicas, aquí asisten a eventos (ya sea foros, cultos, y/o celebraciones- utilizan la biblia o frases de la misma, sobretodo durante la época de campaña), pero no lo utilizan de forma plena como base de su gestión. Esta es una especie de utilitarismo político, ya que no puede saberse sí la fe es genuina o no, pero que podría generar algún rédito político al candidato o político de turno.
En cuarto lugar, cuando existe una incursión de evangélicos en el seno de una élite política, sin embargo, a pesar de tener creencia religiosas a nivel privado, estas no pasan al ejercicio público. Dicha participación tiene diferentes alcances como: mostrar inconformidad por alguna políticas públicas, la denuncia de la corrupción política, opinar de política desde el medios de comunicación abiertos , participación en un programa/política de gobierno, mostrar simpatía a un partido político y hasta competir por un cargo público.
En cada uno de los escenarios anteriormente planteado, grupos religiosos evangélicos y personas aprovechan la base de crecientes y potentes lazos comunitarios de los políticos que se identifican con iglesias particulares. O de la idea de las iglesias de formar su movimiento político y poner sus propios representantes. Sin duda, gran parte de la sociedad se pentecostalizó y parece haber un cambio en la cultura político. Además el desarrollo de sus propias redes de organización de seguridad social (con centros de estudio, hospitales, radios, canales de televisión etc) les permiten ganar notoriedad en la sociedad, y por tanto ya son una fuerza política importante para generar presión. En cuanto a los cargos políticos formales un pastor posee una “clientela religiosa”, que aunque no garantiza automáticamente que vote por él (sí se lanzara como candidato, pero genera la posibilidad de competir por un diputado (En San Salvador se necesitan 20,000 votos) y mostrar que su reino sí puede ser de este mundo.