La campaña presidencial de 1999 en El Salvador se desarrolló en un contexto de fuerte tradición cristiana, donde la religión jugaba un papel central en la vida pública. En El Salvador a finales de los 90, alrededor de tres cuartas partes de la población se consideraba católica, con una creciente minoría evangélica. La Iglesia católica ejercía una influencia notable en la vida nacional, tanto durante el conflicto armado (1980-1992) como en la posguerra. Para 1999 el arzobispo de San Salvador, Fernando Sáenz Lacalle (miembro del Opus Dei), representaba una jerarquía eclesiástica conservadora con fuerte voz moral sobre temas públicos. Las posturas de la Iglesia podían moldear políticas y opiniones; de hecho, los políticos difícilmente confrontaban abiertamente al clero por temor a un coste electoral. Un ejemplo cercano fue la oposición frontal del arzobispo Sáenz a un programa gubernamental de educación sexual: mediante sermones y presión mediática logró que el presidente Flores abortara dicha política ante el miedo a repercusiones en las elecciones legislativas de 2000. Este incidente ilustró el poder de la Iglesia en la arena política de la época. Al mismo tiempo, la llamada teología de la liberación había dejado huella en sectores populares y en exguerrilleros del FMLN, inspirando un discurso cristiano de justicia social desde las comunidades eclesiales de base. De ahi que, tanto la derecha como la izquierda salvadoreña entendían que conectar con la fe del pueblo era clave para “conquistar la mente y el corazón” de los votantes.
En esta contienda, tanto el partido oficialista ARENA (Alianza Republicana Nacionalista) como el FMLN (Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional) recurrieron a diversas estrategias para conectar con el electorado.
Tras una década de gobiernos de ARENA, el partido enfrentaba un desgaste político considerable. A pesar de ello, su candidato, Francisco Flores, logró imponerse en las elecciones, superando las dudas que habían surgido sobre su victoria. En 1998, el FMLN parecía tener una oportunidad histórica de alcanzar la Presidencia con Héctor Silva, un político emergente que había logrado arrebatarle a ARENA la alcaldía de San Salvador en 1997 y que rápidamente se había convertido en una figura nacional. Sin embargo, el ala más radical del FMLN bloqueó su candidatura y, en su lugar, postuló a Facundo Guardado y Nidia Díaz, dos excomandantes guerrilleros que no lograron generar el mismo nivel de apoyo popular.
Finalmente, Francisco Flores, junto a su compañero de fórmula Carlos Quintanilla Schmidt, venció fácilmente a la fórmula del FMLN. Flores asumió la Presidencia con tan solo 39 años, habiendo sido elegido diputado en 1994 y reelegido en 1997, cuando también asumió la presidencia de la Asamblea Legislativa. En 1998 dejó el parlamento para enfocarse en su candidatura presidencial, consolidando así su ascenso dentro de la política salvadoreña.
Campaña de ARENA con Francisco Flores 1999
ARENA, en el poder desde 1989, buscó consolidar su imagen como un partido alineado con los valores cristianos y conservadores. Durante la campaña de 1999, el partido y su candidato, Francisco Flores, enfatizaron su compromiso con la moralidad, la familia y la fe cristiana. ARENA asoció su proyecto político con la voluntad divina, sugiriendo que su gobierno era parte de un plan providencial para El Salvador. Este mensaje resonó entre los votantes evangélicos y católicos conservadores.
Francisco Flores, un político joven y carismático, utilizó un lenguaje impregnado de referencias bíblicas y promesas de un futuro "bendecido" bajo su liderazgo.
La campaña presidencial de El Salvador en 1999, que culminó con las elecciones del 7 de marzo, marcó un hito en la política salvadoreña al consolidar la hegemonía del partido ARENA. En esta contienda, Francisco Flores, candidato de ARENA, logró una victoria contundente que le permitió asumir la presidencia para el período 1999-2004. Este triunfo simbolizó la continuidad del proyecto político de ARENA, que gobernaba el país desde 1989.
En este contexto, aunque la religión no ocupó un lugar central en la estrategia de campaña de Francisco Flores, sí se utilizó de manera estratégica para conectar con ciertos sectores del electorado. Flores destacó su fe católica y su compromiso con principios cristianos, lo que buscaba reforzar su imagen como un líder con sólidos valores éticos y morales. Su campaña incluyó referencias religiosas en discursos, apariciones públicas en eventos religiosos y visitas a iglesias, lo que permitió proyectar una cercanía con la comunidad católica. Asimismo, símbolos y mensajes con connotaciones religiosas fueron integrados en algunos materiales publicitarios de la campaña, buscando resonar con los valores y creencias de los votantes religiosos.
A pesar de estas estrategias, el uso de la religión en la campaña de Flores fue discreto y no generó mayores polémicas. Más bien, su candidatura se enfocó en presentar una figura renovada, distanciada de los desgastes políticos de administraciones anteriores de ARENA. Esto permitió proyectar una imagen de conciliación y respeto, en contraste con el estilo prepotente asociado históricamente al partido.
Durante la campaña electoral, Francisco Flores demostró una personalidad tranquila y respetuosa, lo que representó un nuevo estilo de hacer política en comparación con la prepotencia que caracterizaba al partido ARENA en el pasado. Este nuevo enfoque se destacó por su prudencia y respeto hacia aquellos que no compartían las mismas opiniones políticas, lo que contribuyó a crear una imagen más conciliadora y menos confrontativa en su candidatura.
El uso de la religión no fue lo central y solo se utilizó de manera estratégica para conectar con ciertos sectores del electorado y reforzar su imagen de líder cercano a los valores y creencias religiosas de la población. Uno de los principales enfoques religiosos utilizados por Flores fue resaltar su fe católica y su compromiso con los principios cristianos. Durante sus discursos y apariciones públicas, hizo referencia a su religión y se presentó como un candidato con valores morales y éticos sólidos, lo que buscaba generar confianza entre los votantes religiosos.
Además, Francisco Flores aprovechó la oportunidad de participar en eventos religiosos y visitar iglesias para mostrar su cercanía con la comunidad católica. Asistió a misas y otros actos religiosos, lo que le permitió presentarse como un líder político comprometido con la fe y la moral. Asimismo, en su campaña, se utilizaron símbolos religiosos y mensajes con connotaciones religiosas en sus materiales publicitarios y mensajes políticos. Estos elementos buscaban resonar con los valores y creencias religiosas de los votantes, enfatizando la identidad de ARENA como un partido político confesional católico.
ARENA no utilizó la religión de manera explícita en su campaña de 1999, pero sí enfatizó "valores familiares" y "moral cristiana", alineándose con sectores conservadores. Esto se reflejó en promesas de combatir la delincuencia y restaurar el orden, temas que resonaban tanto en iglesias católicas como evangélicas. Durante su campaña, Francisco Flores empleó frases como "construir un país en paz" o "proteger a las familias", conceptos que pueden relacionarse con pasajes bíblicos como Salmo 127:1 ("Si Jehová no edificare la casa...") o Proverbios 14:34 ("La justicia engrandece a la nación"). No obstante, no hay evidencia de que haya citado directamente la Biblia en sus discursos.
Es importante destacar que, aunque el poco uso de la religión en la campaña de Flores le permitió conectar con sectores religiosos, también generó controversia y críticas por parte de quienes consideraban que se estaba politizando la fe y mezclando asuntos religiosos con la política pero no generó mayor polémica, ya que el uso de la religión en la campaña presidencial de ARENA, liderada por Francisco Flores, no es mencionado explícitamente. En cambio, se enfoca en los aspectos políticos y económicos que fundamentaron el giro político del partido. Se buscaba presentar una figura "con la cara limpia", sin vinculación al desgaste político de gobiernos anteriores, y relanzar la imagen del nuevo gobierno arenero con una plataforma política más vendible.
En las elecciones municipales y legislativas de 1997 en El Salvador, el partido Alianza Republicana Nacionalista (ARENA) utilizó diversas estrategias discursivas y simbólicas para consolidar su imagen ante el electorado. Entre estas estrategias destacó la combinación de elementos religiosos con mensajes políticos, una táctica que ha sido recurrente en la política salvadoreña debido a la fuerte influencia de la religión en la sociedad.
Una de las estrategias más visibles fue la campaña mediática con el eslogan "Lo estamos haciendo", en la que se utilizó a niños y jóvenes para reforzar la idea de continuidad y progreso. Esta narrativa apelaba a valores familiares y cristianos como la responsabilidad intergeneracional y el deber moral de construir un futuro mejor para las nuevas generaciones. La imagen de niños en la propaganda política evocaba un sentido de esperanza, protección y compromiso con el bienestar social, valores que en la tradición cristiana son fundamentales.
Además, el plan de gobierno de ARENA estuvo estructurado en torno a cuatro grandes áreas denominadas "La Nueva Alianza", compuesta por la Alianza por el Trabajo, Alianza Solidaria, Alianza por la Familia y Alianza por el Progreso. Estas propuestas no solo buscaban un enfoque programático para la administración gubernamental, sino que también tenían una fuerte carga simbólica. El uso del término "alianza" evocaba un pacto, una unión sagrada similar a la idea de un compromiso religioso. En particular, la Alianza por la Familia se alineaba con los principios conservadores de la Iglesia, promoviendo valores tradicionales que reforzaban el papel del núcleo familiar como pilar de la sociedad.
El discurso de Francisco Flores, candidato presidencial de ARENA, reforzó esta estrategia al plantear la elección como una dicotomía moral entre el orden y el caos. Al decir "En las manos del ciudadano está la decisión de escoger en dos alternativas: una por un gobierno responsable y ordenado; o todo lo contrario, por un gobierno lleno de crisis e incertidumbre", establecía un contraste claro entre su propuesta y la de la Coalición FMLN-USC. En este planteamiento, el concepto de orden no solo tenía connotaciones políticas, sino también morales y religiosas. La asociación del "orden" con la responsabilidad y la transparencia evocaba la idea de un gobierno basado en valores éticos, un mensaje que podía resonar con sectores religiosos que buscaban estabilidad y moralidad en la política (Moreno, I. 1999).
No se puede inferir que el uso de la religión haya sido un elemento relevante en la campaña presidencial de ARENA liderada por Francisco Flores. Más bien la campaña para las elecciones del 7 de marzo hizo visible que ARENA tenía más dinero y recursos, la abrumadora ventaja hizo que no se debatiera sobre los problemas importantes del país y cómo solucionarlos.
Campaña del FMLN con Facundo Guardado en 1999
El FMLN, como representante de los grupos de izquierda, incluyendo al partido de ex-guerrilleros combatientes, llevó a cabo una consulta popular abierta para seleccionar a su candidato presidencial. Sin embargo, este proceso democrático se encontró con dificultades cuando las dirigencias de los diferentes grupos dentro del FMLN no lograron ponerse de acuerdo en los nombres de los candidatos. Esto resultó en la anulación de las elecciones debido a interpretaciones estatutarias que no fueron convincentes para todos. Al final, quedó claro que los candidatos cuasi-ganadores, la Dra. Marina de Avilés, ex-procuradora de los Derechos Humanos, y el economista Salvador Arias, no contaban con el apoyo de un poderoso grupo interno. Como resultado, en lo que muchos consideraron una burla del proceso, los nominados finales fueron el excomandante guerrillero Facundo Guardado y la diputada Nidia Díaz, ambos reconocidos por su trayectoria de lucha dentro del partido.
El FMLN, asociado históricamente con la guerrilla, enfrentó escepticismo de líderes católicos conservadores. El arzobispo Sáenz Lacalle advirtió contra "ideologías que dividen", una referencia velada al marxismo y la teología de la liberación, vinculada a sectores del FMLN. En contraste, grupos católicos de base (como las Comunidades Eclesiales de Base) simpatizaban con el FMLN, pero carecían de influencia pública.
Facundo Guardado y Nidia Díaz no lograron conectar de manera efectiva con el electorado.Por otro lado, al referirse a su partido como garante del orden y la estabilidad, Flores indirectamente reforzaba la narrativa de que el FMLN, debido a su pasado como guerrilla, representaba el desorden, el conflicto y la incertidumbre. Esta táctica se alineaba con estrategias previas de ARENA, que en elecciones anteriores vinculó a sus oponentes con el "ateísmo marxista" y con ideologías contrarias a los valores cristianos predominantes en la sociedad salvadoreña.
Durante la campaña electoral de 1996-1997 en El Salvador, la Coalición FMLN-USC promovió el concepto de "cambio", tanto en su mensaje político como en la composición de su fórmula presidencial, integrando por primera vez a una mujer como candidata a la vicepresidencia. Esta decisión buscaba proyectar una imagen de inclusión y modernidad, desafiando las estructuras tradicionales de poder y enviando un mensaje claro sobre la importancia de la participación femenina en la política.
El discurso de la Coalición no solo apelaba a la justicia social y económica, sino que también contenía referencias implícitas a valores de equidad y fraternidad que podían resonar con sectores religiosos progresistas. La frase "Todos sin distinción", utilizada en su propaganda, reflejaba un ideal de igualdad que, dentro de una sociedad mayoritariamente cristiana, podía interpretarse en línea con los principios de solidaridad y amor al prójimo promovidos por la Iglesia.
Sin embargo, a diferencia de ARENA, que utilizó símbolos religiosos de manera más explícita en su narrativa de orden y estabilidad, la Coalición optó por una estrategia visual más innovadora, centrada en la unión y la transformación. Su uso de los colores rojo y blanco en la propaganda evocaba tanto su identidad partidaria como el simbolismo de la lucha por la justicia y la paz. La ausencia de mensajes hablados en su spot televisivo reforzaba la idea de que el cambio no era solo un discurso, sino una realidad tangible que debía percibirse en las acciones y propuestas del partido.
Otro elemento clave fue la canción de campaña, que evitó la música de protesta tradicionalmente asociada con los movimientos de izquierda y en su lugar ofreció un mensaje positivo y motivador: "Ahora será diferente, depende de ti, Facundo es el presidente, con él vamos a ganar." Este enfoque contrastaba con la estrategia de miedo utilizada por ARENA, que planteaba la elección como una lucha entre orden y caos. En lugar de apelar al temor, la Coalición buscó generar esperanza y compromiso ciudadano, una táctica que, aunque menos explícitamente religiosa, también se alineaba con valores cristianos de renovación y comunidad.
Uno de los momentos clave en la contienda electoral de 1996-1997 en El Salvador fue la negativa del candidato de ARENA a participar en un debate público. Esta decisión generó críticas por parte de la Coalición FMLN-USC, que aprovechó la ausencia del candidato oficialista para reforzar su narrativa de cambio y transparencia. La pregunta "¿Por qué el candidato de ARENA no quiere debatir?" fue utilizada estratégicamente como una forma de interpelación directa a la ciudadanía, generando dudas sobre la capacidad y credibilidad del aspirante presidencial del partido gobernante.
Como resultado, esto les impidió llegar más lejos en las elecciones presidenciales. Los mensajes no tuvieron el impacto deseado y se cumplió el resultado esperado: un alto nivel de abstención en las votaciones que superó las expectativas. Durante la campaña presidencial de 1999, el candidato a Presidente por el FMLN, Facundo Guardado, no pudo destacar de manera efectiva los problemas de la pobreza, la corrupción y el aumento de la delincuencia en su propaganda.
Además, en el Plan Económico del FMLN no detallaron reglas claras a las empresas privadas, en torno al tipo de políticas para ellos. También mencionaron en cómo se iba a modernizar el Estado, a fortalecer los gobiernos locales, ni cómo se abordaría el tema de la inseguridad ciudadana En cambio, se centró en mostrar una "tarjeta roja" a la delincuencia, utilizando una campaña con referencias futbolísticas. Sin embargo, estas estrategias no lograron convencer a la mayoría de la población. Es difícil entender cómo se utilizó la religión en esa campaña presidencial por parte del FMLN. Otro aspecto que tuvo predominancia es que el carisma de sus candidatos tuvo un impacto negativo en sus resultados electorales.
Campaña de otros partidos en 1999.
El Partido de Conciliación Nacional (PCN), uno de los más antiguos en la contienda política, eligió al Dr. Hernán Contreras, expresidente de la Corte de Cuentas, como su candidato presidencial. Sin embargo, el Partido enfrentaba dificultades, ya que su capacidad para conseguir votos apuntaba a un grupo nostálgico de seguidores, mayormente arraigados en la década de los 60. Además, la figura del candidato no mostraba carisma, carecía de un respaldo popular contundente y su transparencia estaba cuestionada debido a su vinculación con un ejercicio partidario en la Asamblea Legislativa, que se percibía como propenso a acuerdos en beneficio de una élite selecta de miembros dirigentes del partido.
Durante la campaña electoral en El Salvador, el Partido de Conciliación Nacional (PCN) empleó estrategias discursivas que combinaban elementos religiosos. Un ejemplo claro de esto fue su spot televisivo en el que afirmaba: "Salvadoreño inteligente, castiguemos las extremas, que Dios te ilumine al votar." Este mensaje, aunque aparentemente neutro, contenía un subtexto que sutilmente condicionaba la percepción del electorado sobre la racionalidad y el discernimiento en el proceso de votación, la frase "Que Dios te ilumine al votar" introduce un componente religioso en el acto de sufragar. Esta expresión puede entenderse de dos maneras: primero, como un llamado a la guía divina para una elección correcta, lo que refuerza la idea de que el voto por el PCN es moralmente superior. Segundo, implica que quienes no eligen a este partido pueden necesitar intervención divina para tomar una decisión adecuada, lo que sugiere una falta de capacidad propia para razonar sobre el voto.
Los resultados previos y posteriores a la elección apenas les garantizaban un nivel mínimo de subsistencia. Por otro lado, el candidato de la Democracia Cristiana, el Dr. Rodolfo Párker, enfrentaba un partido desprestigiado que no podía sustentar adecuadamente su figura, a pesar de que su mensaje político fue valiente y enérgico al señalar la corrupción y los desaciertos del partido gobernante. Sin embargo, la actual dirigencia del partido, éticamente valorada negativamente, tenía poco o nada que ofrecer en la contienda. Aunque el carisma de Rodolfo Párker contribuyó a evitar el desaparecimiento completo de la Democracia Cristiana, el partido experimentaba una decadencia significativa en comparación con sus tiempos de apogeo.
En el caso del Centro Democrático Unido, una alianza de pequeños partidos de corte socialdemócrata, seleccionaron al Dr. Rubén Zamora, un experimentado político de fuerte personalidad y carisma, como su candidato presidencial. Aunque enfrentan limitaciones financieras para competir con los partidos mayoritarios, el Dr. Zamora logró colocar a su coalición en un respetable tercer lugar en el voto ciudadano. El 8% de votos obtenidos, por encima de los votos de la Democracia Cristiana y el PCN, reflejaba un esfuerzo compensado. Los partidos de esta coalición le debían su supervivencia al Dr. Zamora, y se consideraba que la consolidación de esta posición política podría ser relevante para futuros procesos electorales.
Iglesias y la política en la campaña de 1999
En las elecciones presidenciales de 1999 en El Salvador, la religión desempeñó un papel indirecto pero estratégico dentro de la campaña política. Aunque la Iglesia Católica evitó manifestar un respaldo abierto hacia el partido ARENA, existió una coincidencia en los discursos de algunos líderes eclesiásticos con la narrativa política del oficialismo. Un actor clave en este contexto fue el arzobispo Fernando Sáenz Lacalle, quien mantenía vínculos con el Opus Dei y promovía una visión conservadora alineada con los valores morales que ARENA impulsaba en su plataforma electoral. A través de homilías y declaraciones públicas, Sáenz Lacalle enfatizó la necesidad de luchar contra la "descomposición moral" de la sociedad y condenó prácticas como el aborto, un tema que fue incorporado en la retórica del partido gobernante. Aunque la Iglesia no ofreció un respaldo institucional explícito, la coincidencia de estos mensajes con la agenda de ARENA generó una sintonía ideológica que beneficiaba indirectamente a la candidatura de Francisco Flores.
En paralelo, dentro del sector evangélico, se evidenciaron acercamientos con ARENA desde la década de 1990. Líderes como Luis Cabrera, de la Misión Cristiana Elim, comenzaron a mostrar simpatía hacia el partido gobernante, especialmente en temas relacionados con la seguridad pública y los valores familiares. Si bien en la campaña de 1999 no existió una alianza formal entre ARENA y las iglesias evangélicas —como la que sí se consolidó en 2004 con la candidatura de Antonio Saca—, hubo señales de afinidad. Un ejemplo de esto fue documentado por el periódico La Prensa Gráfica, que reportó cómo Francisco Flores recibió apoyo de redes pentecostales, las cuales valoraban su postura en temas como el aborto y el combate a la delincuencia.
Por otro lado, algunos pastores evangélicos adoptaron un discurso más combativo contra la izquierda política. Líderes como Roberto Rivas, de la Asamblea de Dios, asociaron al FMLN con el "comunismo ateo", retomando una narrativa que había sido ampliamente utilizada durante la Guerra Fría y que aún persistía en algunos sectores de la población. A través de sermones y mensajes en congregaciones, estos líderes religiosos promovieron la idea de que votar por la izquierda representaba una amenaza para los valores cristianos y el orden social, lo que contribuyó a movilizar una parte del electorado en favor de ARENA.
En conclusión, aunque la Iglesia Católica y las iglesias evangélicas no expresaron un respaldo oficial hacia ARENA, sí hubo una convergencia de valores y discursos que favoreció la campaña de Francisco Flores. La defensa de la moral cristiana, el rechazo al aborto y la asociación de la izquierda con el comunismo sirvieron como elementos clave en la movilización del voto religioso. Aunque en 1999 estas relaciones aún no se tradujeron en alianzas estructuradas, sentaron las bases para una mayor participación de las iglesias en la política salvadoreña en elecciones futuras.
Analisis
En El Salvador hasta ese momento no se ha logrado consolidar un voto confesional evangélico ni establecer partidos políticos de base religiosa exitosos. Uno de los principales argumentos de Pérez Guadalupe (2020) es que muchos ciudadanos han dejado de ver la política como un espacio de transformación y solución a sus problemas. En su lugar, han optado por una búsqueda individual y espiritual dentro de sus comunidades religiosas. Esto es especialmente evidente en sectores evangélicos y católicos fundamentalistas, que interpretan su relación con lo político como algo "mundano" y alejado de su fe. Esta visión lleva a un distanciamiento de la participación política, ya que perciben que las soluciones a sus problemas no provienen del gobierno, sino de Dios.
En el contexto de 1999, la falta de participación política dentro de las comunidades religiosas no solo se debía a una desconfianza generalizada en el sistema político, sino también a una interpretación de la fe que enfatizaba un compromiso espiritual individual en lugar de un activismo social y político. Esto contrastaba con las décadas de los 60 y 70, cuando algunos movimientos religiosos en América Latina, especialmente dentro de la Teología de la Liberación, promovieron el compromiso social como una extensión de la fe. En cambio, en los años 90 y 2000, la tendencia en muchas iglesias evangélicas fue adoptar un enfoque fundamentalista y apocalíptico, que veía la política como una actividad vana e irrelevante ante lo que consideraban un destino divino preestablecido (Cruz, 1999).
Algunos creyentes perciben que la política no tiene sentido porque el futuro de la humanidad ya está decidido por Dios. El fragmento del grupo focal citado por (Cruz, 1999) evidencia que muchos fieles creen que "esto va a cambiar hasta que venga el Señor", lo que refuerza una actitud pasiva ante los problemas sociales. Esta mentalidad socava la posibilidad de construir movimientos políticos confesionales fuertes, ya que el electorado potencial de estos partidos no se moviliza electoralmente debido a su visión de que los cambios sociales deben ser obra divina y no política.
Los grupos religiosos con mayores índices de participación política han sido los católicos, mientras que los evangélicos y los no creyentes han sido los que menos han participado en elecciones municipales y legislativas. Esto sugiere que, aunque algunos sectores religiosos pueden influir en la política, la fragmentación y el individualismo dentro del protestantismo evangélico impiden la consolidación de un bloque político uniforme. A diferencia de la Iglesia Católica, que históricamente ha contado con una estructura jerárquica centralizada capaz de orientar a su feligresía en temas políticos, el movimiento evangélico en América Latina es más disperso y heterogéneo, lo que dificulta la conformación de partidos sólidos con un respaldo confesional estable.
Pérez Guadalupe (2020) señala que los intentos de crear partidos políticos evangélicos han fracasado precisamente porque no han logrado consolidar una base electoral fuerte. Aunque estos partidos han surgido en varios países de América Latina, la falta de una cultura de participación política dentro de las comunidades evangélicas ha sido un obstáculo insuperable. A diferencia de los partidos tradicionales, que movilizan sectores sociales a través de clientelismo, ideología o estrategias de campaña, los partidos de inspiración evangélica no han conseguido movilizar a sus propios fieles en las urnas, lo que ha limitado su capacidad de consolidarse como una alternativa real dentro del panorama político de la región.
Conclusion:
En primer lugar, la religión fue utilizada de manera estratégica, pero no tuvo un papel central en la campaña de ARENA. Aunque el partido no hizo un uso explícito de la religión, integró referencias a valores familiares, moral cristiana y orden social, conceptos que resonaban especialmente entre votantes religiosos, tanto católicos como evangélicos conservadores. El impacto electoral del uso religioso fue limitado pero simbólicamente relevante. A pesar de haber empleado esta estrategia, ARENA no dependió exclusivamente de la religión para ganar las elecciones. Su victoria se debió principalmente a su maquinaria política, su ventaja financiera y la falta de un candidato fuerte en la oposición. No obstante, la afinidad con valores religiosos ayudó a consolidar el apoyo de sectores conservadores.
En segundo lugar, Francisco Flores proyectó una imagen de liderazgo basada en principios cristianos. Utilizó frases como "proteger a las familias" y "construir un país en paz", mensajes que indirectamente se alineaban con pasajes bíblicos. A pesar de haber sido señalado como un líder carismático con una imagen similar a la de Sai Baba, esto no afectó negativamente su candidatura. El uso indirecto de referencias religiosas, como la frase "Nueva Alianza", reforzó su imagen como un político con valores éticos y morales sólidos.
En tercer lugar, el discurso de ARENA estableció una dicotomía entre orden y caos. La estrategia discursiva de Flores enfatizó la idea de que su partido garantizaba estabilidad y seguridad, mientras que el FMLN representaba crisis e incertidumbre. Este enfoque no solo tuvo un matiz político, sino también una connotación moral y religiosa, al asociar el concepto de "orden" con valores cristianos.
En cuarto lugar, algunos líderes religiosos, tanto católicos como evangélicos, hicieron declaraciones que favorecieron indirectamente a ARENA. El arzobispo Sáenz Lacalle, vinculado al Opus Dei, expresó posturas conservadoras que coincidían con el discurso del partido gobernante, mientras que algunos pastores evangélicos vincularon al FMLN con el "comunismo ateo". Aunque la Iglesia Católica no expresó un respaldo explícito hacia ningún candidato, promovió temas como la lucha contra la descomposición moral y el aborto, que estaban alineados con la agenda de ARENA. En este sentido, la Iglesia Católica mantuvo una postura ambigua, pero con afinidad hacia el partido oficialista.
Los evangélicos también comenzaron a mostrar afinidad con ARENA, aunque sin una alianza formal. Líderes evangélicos como Luis Cabrera de la Misión Cristiana Elim y Roberto Rivas de Asamblea de Dios mostraron simpatía por el partido gobernante, aunque en 1999 todavía no existía una alianza electoral clara, como sí ocurrió en 2004 con Antonio Saca.
En quinto lugar, el PCN también recurrió a la religión en su discurso político. Aunque tenía menor influencia que ARENA y FMLN, el PCN utilizó un mensaje religioso en su propaganda electoral con frases como "Que Dios te ilumine al votar". Esta estrategia sugería que su partido representaba la opción moralmente correcta, en contraste con las "extremas" (ARENA y FMLN).
En sexto lugar, el FMLN no capitalizó el apoyo de sectores progresistas de la Iglesia. Aunque algunos grupos religiosos de base simpatizaban con el FMLN, su influencia fue limitada en comparación con el respaldo que ARENA recibió de sectores conservadores.
Referencias:
Moreno, I. (1999). Un nuevo gobierno duro y una oposición sin brújula. Revista Envío, (207). Recuperado de https://www.revistaenvio.org/articulo/944
Pérez Guadalupe, J. L. (2020). "El hermano no vota al hermano”: La inexistencia del voto confesional y la subrepresentación política de los evangélicos en América Latina. Ciencias Sociales y Religión / Ciências Sociais e Religião, 22, 1-39. Universidade Estadual de Campinas.
Cruz, J. M. (1999). Elecciones ¿Para qué? El impacto del ciclo electoral 1999-2000 en la cultura política salvadoreña. San Salvador: FLACSO Programa El Salvador. Recuperado de https://biblio.flacsoandes.edu.ec/libros/digital/44611.pdf
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