En la campaña de 1989, ARENA incorporó un fuerte discurso moral y religioso para legitimar su proyecto político en medio de la guerra civil. Alfredo Cristiani y otros voceros de ARENA presentaban la contienda política en términos maniqueos de bien contra mal, asociando su causa con el bien cristiano frente al “mal” del comunismo. Esta estrategia dualista pintaba a los adversarios (la guerrilla y hasta el gobierno saliente democratacristiano) como fuerzas negativas casi demoníacas, mientras ARENA se atribuía una misión casi providencial. En sus discursos, Cristiani empleó lenguaje bíblico y metafórico – fuente primaria: en su toma de posesión llamó, por ejemplo, a los maestros “apóstoles que llevan luz al alma de los niños” dentro de una “cruzada permanente” por educar en valores. Con este tipo de retórica religiosa, el candidato proyectaba la idea de que su gobierno sería una cruzada moral para “salvar” al país de la miseria y la violencia, con la ayuda de Dios.
Durante la campaña, los mensajes de ARENA apelaron directamente a la fe y los valores cristianos del electorado. Cristiani solía invocar a Dios en sus declaraciones públicas –según fuentes de la época, llegó a decir: “Depositamos nuestra fe en Dios, a quien pedimos sabiduría y constancia para emprender la tarea que nos ha sido encomendada”. Estas referencias explícitas a la providencia divina presentaban su eventual gobierno como guiado por Dios, buscando generar confianza en votantes creyentes. Asimismo, ARENA enfatizaba temas afines a la moral religiosa tradicional (familia, orden, paz) contraponiéndolos al caos “ateo” asociado al comunismo. En suma, la estrategia discursiva vinculó la plataforma política de ARENA con principios cristianos, retratando la elección casi como un referéndum religioso sobre el futuro del país (comunismo “sin Dios” vs. valores de “Dios y libertad”).
Símbolos religiosos y retórica en la propaganda
ARENA también incorporó símbolos y lemas de tinte religioso en su propaganda electoral de 1989. El partido enarbolaba la trilogía “Dios, Patria y Libertad” como principio fundamental –de hecho, sus estatutos definían ese lema como “el bastión primordial” que rige la conducta de los nacionalistas. En cada mitin de campaña se entonaba el himno del partido, cuyos versos (compuestos por Roberto D’Aubuisson) proclamaban que “El Salvador será la tumba donde los rojos terminarán”. Este himno combinaba la invocación a Dios con la promesa de derrotar al comunismo (“rojos”), reforzando la idea de una causa santa contra el “enemigo” de la nación.
Visualmente, la parafernalia de campaña utilizó colores patrios e incluso iconografía religiosa indirecta. Si bien no hay indicios de uso explícito de imágenes sacras en afiches oficiales, el constante recurso al nombre del país (El Salvador, que evoca a Cristo Salvador) y a frases como “Que Dios bendiga a El Salvador” en discursos buscaba resonar con la religiosidad popular. Cristiani frecuentaba actos religiosos; por ejemplo, tras la elección asistió a la Misa de agradecimiento en Catedral Metropolitana, donde el arzobispo Arturo Rivera Damas, en su homilía, reconoció el civismo del pueblo y felicitó a Cristiani por su victoria. Estas apariciones públicas en contextos litúrgicos y el lenguaje reverente hacia la Iglesia señalaban a los votantes que ARENA respetaba la fe y gobernaría “bajo la mirada de Dios”. En síntesis, la campaña integró símbolos patriótico-religiosos (lemas, himno, menciones a Dios) y mensajes diseñados para la comunidad creyente, reforzando la percepción de que votar por ARENA era votar por los valores cristianos.
Vínculos con líderes religiosos y la Iglesia Católica
Aunque ARENA buscó asociarse a la religión, su relación con la Iglesia Católica institucional fue compleja. Fuentes primarias indican que la jerarquía católica mantenía reservas hacia el partido: el arzobispo de San Salvador, Arturo Rivera y Damas, públicamente se mostró distante. De hecho, Rivera Damas rehusó asistir a la toma de posesión de Cristiani (1 de junio de 1989) para “no respaldar con su presencia a los responsables de la muerte de monseñor Romero” – alusión directa a que el fundador de ARENA (D’Aubuisson) estaba acusado de autoría intelectual en el asesinato del arzobispo Óscar A. Romero. Esta ausencia marcó un desencuentro simbólico entre la cúpula de la Iglesia y el nuevo gobierno. No obstante, Cristiani hábilmente cultivó lazos con sectores eclesiásticos conservadores. Según análisis históricos, el presidente electo “prefería relacionarse con el obispo Romeo Tovar” (entonces presidente de la Conferencia Episcopal, de línea tradicional) antes que con Rivera Damas. Es decir, ARENA encontró respaldo tácito en algunos líderes católicos afines a su anticomunismo.
Además, existieron vínculos con comunidades religiosas no oficiales: muchos laicos católicos conservadores y grupos parroquiales temerosos del comunismo simpatizaban con ARENA. Incluso sectores evangélicos (en crecimiento durante los 80) apoyaron la retórica de “ley y orden bajo Dios” del partido, aunque la campaña de 1989 se centró más en la mayoría católica. Si bien la Iglesia institucional (a través de pastorales del Episcopado) llamó a una solución negociada al conflicto y evitó endorsar candidatos, ARENA logró mostrarse como el partido que defendería la libertad de culto y la Iglesia frente a la amenaza marxista. Esta percepción se alimentó de gestos públicos (visitas de Cristiani a obispos, discurso respetuoso hacia la fe) y del hecho de que el contrincante principal, el democratacristiano Fidel Chávez Mena, no pudo monopolizar el voto católico pese al nombre de su partido. ARENA obtuvo apoyos religiosos informales: no el de la alta jerarquía en pleno, pero sí el de sacerdotes y líderes conservadores individuales, así como de un buen número de fieles preocupados por la supervivencia de la Iglesia en un contexto de guerra ideológica.
Impacto en los votantes y resultado electoral
La apelación religiosa de la campaña tuvo un impacto significativo en la percepción de los votantes. Al envolver su mensaje en valores trascendentes, ARENA logró humanizar y moderar su imagen ante un electorado cansado de violencia. Analistas señalan que Cristiani proyectó un perfil más moderado y “presidenciable” que alejaba el temor al extremismo de derecha. En buena medida, esa moderación estuvo revestida de referencias a paz y reconciliación “con la ayuda de Dios”, lo cual inspiró confianza en sectores amplios – incluyendo muchos creyentes que quizás desconfiaban de ARENA por su pasado violento, pero que veían en Cristiani a un empresario devoto dispuesto a dialogar. La propaganda arenera explotó hábilmente la religiosidad popular: muchos salvadoreños, profundamente católicos, fueron receptivos a mensajes que presentaban a ARENA como protector de la fe y a la izquierda como enemiga de la religión. Esto probablemente erosionó la base del PDC (Partido Demócrata Cristiano), que históricamente contaba con apoyo de votantes católicos pero llegó debilitado a 1989. En contraste, ARENA logró unir a la derecha y a votantes religiosos bajo una misma causa moral.
En los resultados, el efecto electoral de esta estrategia fue evidente. Cristiani triunfó en primera vuelta con el 53.8% de los votos (505,370 sufragios), superando cómodamente al candidato del PDC (Chávez Mena, quien rondó 36%) y a minorías de izquierda moderada. Observadores contemporáneos y posteriores coinciden en que factores como el desgaste económico-militar del gobierno PDC y el anhelo de paz influyeron en la victoria; pero la retórica religiosa de ARENA sumó “réditos en todos los estratos” al presentarse como opción de orden moral. En otras palabras, muchos votantes asociaron a Cristiani con la “paz con valores”, confiando en que un hombre “temeroso de Dios” podría reconciliar al país sin ceder al comunismo. Incluso miembros del clero reconocieron la voluntad de diálogo de Cristiani tras su elección. En la práctica, ya como Presidente, Cristiani mantuvo ese tono: agradeció a Dios en su discurso inaugural y prometió gobernar bajo principios cristianos, cumpliendo en parte las expectativas que su campaña había sembrado en la mayoría católica. En suma, la utilización de la religión por ARENA en 1989 ayudó a moldear la opinión pública a su favor, contribuyendo a una victoria histórica que inauguró dos décadas de gobiernos areneros.
El Partido Demócrata Cristiano (PDC)
El Partido Demócrata Cristiano (PDC), fundado en 1960, emergió como una fuerza política que buscaba posicionarse como una alternativa moderada entre la izquierda revolucionaria y la derecha conservadora. La religión, en un país predominantemente católico, se convirtió en un recurso clave para su campaña presidencial de 1989. Su ideología se basaba en la doctrina social de la Iglesia católica, lo que le permitió presentarse como un partido comprometido con la justicia social y los valores cristianos.
La campaña presidencial de 1989 tuvo lugar en un momento crítico de la Guerra Civil. El PDC, liderado por Fidel Chávez Mena, buscaba recuperar el poder que había perdido en las elecciones de 1984 frente a ARENA. La Iglesia católica, a través de figuras como el arzobispo Óscar Romero (asesinado en 1980) y la Conferencia Episcopal, había jugado un papel importante en la denuncia de las violaciones a los derechos humanos y en la promoción de la paz. El PDC aprovechó esta conexión para presentarse como el partido de la reconciliación y el diálogo.
El PDC incorporó en su propaganda imágenes y mensajes que evocaban la fe católica, como cruces, referencias a la Virgen María y citas bíblicas. Estos elementos buscaban conectar emocionalmente con los votantes y reforzar la idea de que el partido representaba los valores morales y éticos de la mayoría de la población. En un país profundamente católico como El Salvador, la Virgen María es un símbolo poderoso. Según reportes de prensa y análisis políticos de la época, el PDC utilizó imágenes de la Virgen en sus mítines y propaganda, asociando su lucha por la paz con la protección divina.
En discursos y panfletos, líderes del PDC, incluido Fidel Chávez Mena, citaban frecuentemente pasajes bíblicos que enfatizaban la justicia, la paz y la unidad. Por ejemplo, se hacía referencia a versículos como "Bienaventurados los que trabajan por la paz" (Mateo 5:9) para reforzar su mensaje de reconciliación nacional.
Fidel Chávez Mena enfatizó la necesidad de paz y justicia social, temas centrales en la doctrina social de la Iglesia. Este discurso contrastaba con la retórica confrontacional de ARENA y el FMLN, posicionando al PDC como una opción moderada y conciliadora.
Alianzas con Sectores Eclesiales:
El PDC estableció vínculos con organizaciones católicas y líderes religiosos que compartían su visión de una solución negociada al conflicto. Estas alianzas le permitieron acceder a redes comunitarias y ampliar su base de apoyo. Testimonios de líderes políticos y religiosos, así como de observadores internacionales, confirman la estrategia del PDC. Por ejemplo, el arzobispo de San Salvador, Arturo Rivera y Damas, sucesor de Óscar Romero, mantuvo una relación cercana con el PDC y apoyó públicamente sus esfuerzos por alcanzar una solución negociada al conflicto. Esta alianza reforzó la imagen del PDC como un partido alineado con los valores católicos.
Tambien en entrevistas realizadas por organizaciones de derechos humanos y medios de comunicación durante la campaña, militantes del PDC afirmaron que el partido buscaba representar "los valores cristianos de la mayoría salvadoreña", utilizando símbolos como la cruz y mensajes de esperanza inspirados en la fe.
A pesar de sus esfuerzos, el PDC no logró ganar las elecciones de 1989, que fueron ganadas por ARENA bajo el liderazgo de Alfredo Cristiani. Sin embargo, la campaña del PDC demostró la importancia de la religión como herramienta política en un contexto de polarización. El partido logró mantener una base electoral significativa, particularmente entre los sectores urbanos y las clases medias que valoraban su enfoque moderado y su conexión con los valores cristianos.
El Salvador, en la década de 1980, era un país donde más del 90% de la población se identificaba como católica. La Iglesia católica jugó un papel central en la vida social y política, especialmente después del asesinato de Monseñor Óscar Romero en 1980. El PDC, alineado con la doctrina social de la Iglesia, aprovechó este contexto para presentarse como el partido de la paz y la justicia, utilizando símbolos religiosos para conectar emocionalmente con los votantes.
En conclusión, la campaña presidencial del PDC en 1989 ilustra cómo la religión puede ser utilizada como un recurso político en contextos de conflicto. A través de símbolos, discursos y alianzas con actores religiosos, el partido buscó legitimar su propuesta y diferenciarse de sus rivales. Aunque no logró la victoria electoral, su estrategia refleja la compleja interacción entre religión y política en El Salvador durante la Guerra Civil.
La religión no fue el principal recurso de la campaña del Partido Demócrata Cristiano (PDC) en las elecciones presidenciales de 1989 en El Salvador, aunque sí fue un componente importante dentro de una estrategia más amplia. La campaña del PDC se basó en múltiples pilares, entre los cuales la religión jugó un papel significativo, pero no fue el eje central.
En las elecciones presidenciales de 1989 en El Salvador, el Partido de Conciliación Nacional (PCN) postuló como su candidato presidencial a Roberto Escobar García, un político con experiencia en el partido y en cargos públicos. Sin embargo, el PCN no logró obtener una victoria en esas elecciones, ya que el triunfo fue para Alfredo Cristiani de ARENA.
En la campaña electoral de 1989 en El Salvador, el Partido de Conciliación Nacional (PCN) desempeñó un papel significativo como uno de los partidos políticos tradicionales del país. Fundado en 1961, el PCN había sido un actor clave en la política salvadoreña, incluyendo su participación en gobiernos autoritarios previos al conflicto armado.
Durante las elecciones de 1989, el PCN compitió en un contexto marcado por la guerra civil salvadoreña (1980-1992) y la creciente presión internacional para democratizar el país. Estas elecciones fueron particularmente importantes porque representaron un paso hacia la transición democrática, aunque aún en un escenario de violencia y polarización política.
El PCN, junto con otros partidos como ARENA (Alianza Republicana Nacionalista) y el Partido Demócrata Cristiano (PDC), participó en las elecciones presidenciales de marzo de 1989. Sin embargo, el PCN no logró imponerse frente a ARENA, que ganó las elecciones con su candidato Alfredo Cristiani, marcando el inicio de un dominio político de ARENA que duraría dos décadas.
El papel del PCN en esta campaña fue el de un partido que buscaba mantener su influencia en un escenario político cambiante, aunque su relevancia había disminuido en comparación con décadas anteriores. Su participación reflejó la continuidad de las estructuras políticas tradicionales en medio de un proceso de transición hacia la democracia y la búsqueda de una solución negociada al conflicto armado.
El PCN era un partido tradicional con una base de apoyo más secular y vinculada a estructuras de poder anteriores al conflicto armado. Su discurso en 1989 se centró en la estabilidad, el orden y la experiencia de gobierno, más que en valores religiosos.
A diferencia del PDC, que tenía una identidad claramente vinculada a la doctrina social cristiana, o de ARENA, que atraía a sectores conservadores y religiosos, el PCN no utilizó símbolos religiosos (como la Biblia) ni contó con el respaldo explícito de líderes religiosos en su campaña.
Es dificil encontrar registros documentados de que el PCN haya utilizado la religión de manera explícita o estratégica en su campaña de 1989. No se menciona el uso de símbolos religiosos, discursos basados en la Biblia o alianzas con líderes religiosos como parte de su estrategia electoral.
Otros temas
En la campaña electoral de 1989 en El Salvador, temas como el aborto, las iglesias evangélicas y los derechos LGTBI no fueron parte del debate político ni de las estrategias de los partidos,Además, la sociedad salvadoreña de la época era profundamente conservadora en temas sociales y morales, lo que contribuyó a la ausencia de estos temas en la agenda electoral.
Referencias:
Montgomery, T. S. (1995). Revolution in El Salvador: From Civil Strife to Civil Peace. Westview Press.