viernes, 24 de octubre de 2025

Capacitismo

A lo largo de la historia, la discapacidad ha sido tratada como un defecto que debe corregirse, un objeto de caridad o una inspiración moral. Sin embargo, los movimientos sociales, el arte, la educación y la teoría crítica han revelado que la discapacidad no es una condición individual, sino una construcción social profundamente política.

Para analizar esta compleja red de relaciones, el marco de los cuatro cuadrantes del capacitismo permite distinguir distintos niveles de conciencia, poder y resistencia en torno a la experiencia corporal.
Cada cuadrante no representa una categoría fija, sino un punto dentro de un proceso dinámico —una cartografía de las formas en que la sociedad y los propios sujetos se relacionan con la norma corporal y la diversidad funcional.

CUADRANTE 1: HEGEMONÍA DISCRIMINADORA

Este cuadrante representa a las personas e instituciones sin discapacidad que imponen la norma corporal, la autosuficiencia y la productividad como criterios de valor social.

Desde esta posición se ejercen las formas más visibles de capacitismo estructural como el lenguaje paternalista, la caridad en lugar de derechos, el diseño excluyente y las políticas que regulan los cuerpos “útiles”. Muchos de estos reproducen la desigualdad con apariencia de bondad o neutralidad técnica.

El capacitismo (ableism): esa forma de discriminación ideológica y material que va orientada contra las personas que son consideradas discapacitadas. Es decir, que el capacitismo se refiere a los prejuicios y los estereotipos que llevan a menospreciar a las personas con diversidad funcional, pero se plasma también en leyes y estructuras materiales (arquitectónicas, urbanísticas, etc.) que suponen una barrera para este colectivo. Es decir, que el capacitismo es tanto ideológico como institucional, porque se expresa a través de pensamientos pero también mediante diseños y formas de organización fijadas y legitimadas. “Autism doesn’t need a cure, ableism does.

Biopolítica: Michel Foucault (1975) explicó que las sociedades modernas administran la vida a través de mecanismos de control sobre los cuerpos: quién trabaja, quién es normal, quién merece atención o puede ser descartado. En el capacitismo, la biopolítica determina qué vidas son “rentables” y cuáles son vistas como carga social. Ejemplo: políticas de salud que priorizan tratamientos de rehabilitación “para volver al trabajo” sobre la accesibilidad o la autonomía cotidiana.

Eufemismo condescendiente (“especial”): El lenguaje se vuelve una herramienta de exclusión cuando aparenta ternura o empatía. Llamar “angelito”, “héroe”, “guerreros”, “ejemplos de vida" a una persona con discapacidad intelectual borra su identidad adulta y su derecho a la autonomía.” esta es una forma sofisticada de control simbólico. Bajo apariencia de admiración, convierte la discapacidad en metáfora de superación o sufrimiento, y desactiva cualquier demanda política. Estas expresiones, aunque suenen afectuosas, perpetúan una visión infantilizante y pasiva. Mike Oliver (1990), pionero del modelo social de la discapacidad, subrayó cómo el lenguaje refleja estructuras de poder. Ejemplo: una publicación institucional que felicita a “nuestros angelitos especiales” en lugar de reconocer a estudiantes o profesionales con discapacidad como sujetos plenos de derechos.

Asistencialismo: sustituye derechos por favores o gestos de caridad. Los programas o iniciativas que parten de la lástima en lugar de la equidad fortalecen la dependencia simbólica y material. Se alivia la conciencia del benefactor, pero no se transforma la estructura de exclusión.  Marta Russell, Capitalism and Disability (1998), analizó cómo el capitalismo convierte la discapacidad en un objeto de beneficencia para mantener la desigualdad. Una empresa que organiza colectas benéficas “para los discapacitados” pero no contrata a ninguno en sus equipos.

Tokenismo: es la práctica de usar a una persona con discapacidad como símbolo de inclusión sin otorgarle participación real ni poder de decisión. Se la exhibe como evidencia de apertura, pero su presencia no altera las jerarquías ni las barreras estructurales. El concepto fue acuñado por Rosabeth Moss Kanter (1977) sobre inclusión simbólica en el ámbito laboral; aplicado a discapacidad por autores como Alison Kafer (2013). Un ejemplo es invitar a una persona con discapacidad a un evento “por diversidad”, pero sin accesos adecuados ni espacios para hablar. La inclusión se convierte en espectáculo, no en transformación.

Diseño capacitista: Se refiere al diseño de productos, entornos o servicios que asumen un usuario ideal: joven, sano, ágil, vidente y oyente. El diseño capacitista no siempre es intencional, pero reproduce una estructura de exclusión porque normaliza un solo tipo de cuerpo y mente. Las ciudades, los edificios y los objetos suelen diseñarse para un cuerpo único: el que camina, ve, oye y alcanza del mismo modo. Esta ergonomía excluyente es una forma de violencia silenciosa que define quién pertenece y quién no.

Ronald Mace, creador del concepto de Diseño Universal, propuso pensar espacios que sirvan para todos desde el inicio, no como adaptación posterior, luego Imogen Tyler y Dan Goodley (Disability and the City, 2016) analizan cómo el espacio urbano refleja jerarquías de poder. Ejemplos son aceras con desniveles, pasos peatonales sin semáforos sonoros o parques con mobiliario inaccesible un cajero automático con pantalla táctil alta y sin audio, inaccesible para personas en silla de ruedas o con discapacidad visual.

Erotofobia capacitista y Asexualización institucional: es el miedo o rechazo social a la expresión sexual de las personas con discapacidad. Parte de la creencia de que los cuerpos “imperfectos” o “dependientes” no deben ser deseantes ni deseados. Esta erotofobia se expresa en el silencio, en la censura y en la risa incómoda cada vez que alguien con discapacidad expresa atracción, cariño o deseo. No se trata solo de moral conservadora, sino de una forma de biopolítica del deseo, el poder que regula qué cuerpos son legítimos para el placer y cuáles deben permanecer invisibles.

Esta negación tiene como consecuencia una falta de educación sexual accesible, la infantilización de los adultos, y la perpetuación de la idea de que la sexualidad es privilegio de los cuerpos normativos. Ejemplo: Anna Zorn (Reino Unido, 2015), una mujer con parálisis cerebral que denunció públicamente cómo las residencias y servicios sociales le prohibían tener relaciones íntimas o románticas bajo el argumento de “protegerla”.En su testimonio recogido por la BBC, Zorn explicó que cuando intentó pasar tiempo a solas con su pareja —también con discapacidad—, el personal del centro le negó la posibilidad, alegando que “no comprendía lo que hacía” y que “no era apropiado”.

Cuerpo visible / cuerpo invisible: es una categoría crítica dentro de los estudios sobre discapacidad y representación social que describe las formas desiguales en que la sociedad mira —o deja de mirar— ciertos cuerpos. Se trata de dos polos de un mismo fenómeno: Por un lado, el cuerpo visible es aquel que se hipervisibiliza bajo lógicas de espectáculo, morbo o “inspiración”. Suele presentarse como historia de superación, milagro médico o objeto de compasión. En esta mirada, la persona con discapacidad es reducida a su cuerpo, sin reconocer su autonomía ni su complejidad social.  Por otro lado, el cuerpo invisible es el que se oculta o excluye del espacio público, ya sea por falta de accesibilidad, por vergüenza social o por políticas que lo mantienen fuera de la vida laboral, educativa o cultural.

Ejemplo: campañas mediáticas o publicitarias que muestran la diversidad corporal sin reducirla a un mensaje de motivación o pena, sino como una expresión legítima de la condición humana, como ocurre en los movimientos de body positive y crip activism.

Desechabilidad humana” (human discardability o wasted lives) Para el sociologo Zigmund Bauman, la modernidad convierte a las personas en “residuos humanos”, subproductos inevitables del progreso. El capitalismo global produce seres humanos que el sistema ya no puede ni necesita absorber: migrantes, desempleados, ancianos, enfermos o personas con discapacidad. 

CUADRANTE 2: HEGEMONÍA REIVINDICADORA

Este cuadrante representa a personas, instituciones y actores sin discapacidad que, desde su posición de poder, reconocen el privilegio del cuerpo normativo y se comprometen a transformarlo. A diferencia de la hegemonía discriminadora, aquí no se busca “ayudar” ni “compadecer”, sino reparar, redistribuir poder y garantizar derechos. Se trata de una hegemonía que asume su responsabilidad en la creación de entornos accesibles, políticas inclusivas y narrativas que reconocen la diversidad corporal como parte del orden social y no como excepción.

Interdependencia: rompe con el mito de la independencia total. Judith Butler (2004) plantea que los cuerpos existen siempre en relación: todos dependemos de cuidados, apoyos y redes humanas. Desde esta perspectiva, la autonomía no se opone a la dependencia, sino que se construye con otros. En el marco del capacitismo, la interdependencia implica pasar de la lógica del “yo puedo solo” a la del “podemos juntos”. Lo aborda  Judith Butler, Precarious Life (2004). Ejemplo: un aula universitaria donde los estudiantes colaboran para crear apuntes accesibles (con contraste, subtítulos, lectura en voz alta), demostrando que la inclusión es una práctica compartida, no un favor.

Inclusión o justica inclusiva: Martha Nussbaum (2006) propone un enfoque ético y político que amplía la idea de justicia más allá de la igualdad formal. Su teoría de las capacidades humanas plantea que cada persona debe tener las condiciones reales —no solo legales— para desarrollar su proyecto de vida. La justicia inclusiva reconoce que la discapacidad no está en el cuerpo, sino en la estructura social que limita las posibilidades de acción. Lo desarrolla  Martha Nussbaum, Frontiers of Justice (2006). Por ejemplo políticas públicas que no solo promueven cuotas laborales, sino que garantizan accesibilidad al transporte, la comunicación y la educación superior para las personas con discapacidad.

Accesibilidad universal: Principio y política que garantiza que los entornos, productos y servicios sean utilizables por todas las personas sin necesidad de adaptaciones posteriores.  Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad, ONU (2006). Ejemplo: Edificios con rampas, señalización táctil y materiales digitales accesibles.

La discapacidad potencial: se refiere al reconocimiento de que toda persona, aunque actualmente no viva con una discapacidad, es vulnerable a adquirir una limitación física, sensorial o cognitiva a lo largo de su vida, ya sea por envejecimiento, enfermedad o accidente. Este concepto busca romper la dicotomía entre “personas con” y “sin” discapacidad, promoviendo una ética de la empatía, la interdependencia y la responsabilidad social.

Según el filósofo Henri-Jacques Stiker (1999), la discapacidad no es una condición excepcional sino una dimensión universal de la existencia humana:

“Todos somos discapacitados, lo hemos sido o lo seremos en algún momento de nuestra vida; la diferencia radica en cuándo y cómo esa vulnerabilidad se manifiesta.”
(Stiker, 1999, p. 45)

Un ejemplo es Stephen Hawking: “Antes de enfermarme, no pensaba mucho en la discapacidad. Ahora sé que cualquiera puede necesitar apoyo, y que la verdadera limitación no está en el cuerpo, sino en las barreras que creamos.”

— Stephen Hawking, entrevista en The Guardian (2004) 

CUADRANTE 3: DISCAPACITADOS ALIENADOS

Este cuadrante describe a las personas con discapacidad que han internalizado los valores del capacitismo, buscando validación a través de la normalidad, la productividad o la autosuperación individual. Su discurso no niega la exclusión, pero la reinterpreta como reto personal, transformando la desigualdad estructural en asunto de voluntad. En lugar de cuestionar el sistema, se adaptan a él, y muchas veces reproducen sus lógicas, convirtiéndose —sin proponérselo— en portavoces del modelo meritocrático y neoliberal.

Supercrip / Super-Creeple: presenta a las personas con discapacidad como “héroes” que logran hazañas extraordinarias o “superan su condición”. Esta narrativa, que suele parecer positiva, es en realidad una trampa simbólica: coloca la responsabilidad del éxito o el fracaso en el individuo, no en la sociedad que impone las barreras. El mensaje implícito es: “si ellos pueden, todos pueden”, invisibilizando las desigualdades materiales, educativas y tecnológicas. Desarrollado por Alison Kafer, Feminist, Queer, Crip (2013), analiza cómo el supercrip es la versión capacitista del “self-made man”, un héroe útil al neoliberalismo. Ejemplo: campañas que exaltan a un atleta paralímpico como “inspiración para todos”, pero omiten que muchas personas con discapacidad no pueden siquiera acceder a educación o transporte accesible.

Inspiracionalismo o Pornografía de la inspiración (Inspiration Porn): usa las historias de personas con discapacidad como combustible emocional para quienes no la tienen. En redes, publicidad y discursos motivacionales, se repite la idea de que “todo es posible si te esfuerzas lo suficiente”. Este relato, aunque emotivo, borra la dimensión política de la discapacidad y refuerza el mito de que el problema está en la mente, no en la estructura. Desarrollada por Stella Young (2012), quien denunció cómo los medios convierten la vida cotidiana de una persona con discapacidad en espectáculo moral. Esto se observa en videos virales que muestran a un niño con discapacidad “logrando caminar” como prueba de voluntad, sin mencionar los recortes en salud pública o educación inclusiva.

Stella Young a denuncia la manera en que los medios usan las imágenes de personas con discapacidad como “lecciones de vida” para la audiencia sin discapacidad. En estas representaciones, la persona se convierte en objeto de consumo emocional. No se la escucha ni se la reconoce como ciudadana: se la observa y se la usa para motivar. Ejemplo: campañas publicitarias con el lema “Tu excusa es inválida” o “Ellos no se rinden, ¿y tú?”, mostrando cuerpos amputados o en silla de ruedas como metáfora de esfuerzo.

Capacitismo internalizado:  es la asunción inconsciente de los prejuicios capacitistas por parte de las propias personas con discapacidad. Surge cuando se cree que el valor personal depende de “compensar” la diferencia o demostrar que “no se es una carga”. Esta lógica convierte el esfuerzo en obligación moral. Lo aborda Thomas Hehir, Eliminating Ableism in Education (2002). Ejemplo: una persona con discapacidad que rechaza identificarse con movimientos de activismo porque considera que “exageran” o “dan mala imagen”.

Autoexplotación: Byung-Chul Han (2012) describe la autoexplotación como una forma moderna de dominación: ya no es el otro quien nos oprime, sino nosotros mismos, intentando ser “suficientemente buenos”. En el contexto del capacitismo, esta autoexplotación se manifiesta cuando la persona con discapacidad intenta rendir más, quejarse menos y sonreír siempre, buscando aceptación social. Esta la exponen Byung-Chul Han, La sociedad del cansancio (2012). Ejemplo: influencers que promueven la idea de “vencer la discapacidad” con frases como “no existen límites, solo excusas”, reforzando la culpa y la exigencia individual.

Competencia de validez: Entre personas con discapacidad también puede existir una jerarquía simbólica. La “competencia de validez” ocurre cuando algunos se presentan como “más capaces” o “más funcionales” que otros, reproduciendo la lógica del rendimiento que el sistema les impone.

Es una forma de exclusión horizontal que fragmenta la identidad colectiva. Desarrollado por Carol Thomas, Sociologies of Disability and Illness (2007). Una persona con discapacidad física que descalifica a otra con discapacidad intelectual diciendo que “ella sí trabaja y no se queja”.

CUADRANTE 4: DISCAPACITADOS CONSCIENTES

En este cuadrante se sitúan las personas con discapacidad que han alcanzado una conciencia crítica de su cuerpo como territorio político, cultural y deseante. A diferencia de las etapas anteriores —marcadas por la dominación, la dependencia o la adaptación al sistema—, aquí el cuerpo deja de ser interpretado como déficit o límite, para asumirse como fuente de saber, resistencia y creatividad social.

Desde esta posición, la discapacidad ya no se concibe como algo que deba superarse, sino como una forma legítima de existencia que amplía los horizontes de lo humano. Las personas con discapacidad conscientes se organizan colectivamente, generan discursos y prácticas que cuestionan los ideales de normalidad, productividad y belleza impuestos por la cultura capacitista.

Reivindicación de la discapacidad: Propuesto por el colectivo Sins Invalid (2006), especialmente activistas como Patty Berne y Mia Mingus. El marco de Disability Justice amplía el activismo de la discapacidad hacia una visión interseccional, donde la justicia corporal se une con las luchas antirracistas, feministas y queer. Este enfoque critica la visión liberal del “derecho individual” y defiende una ética colectiva del cuidado, la interdependencia y la diversidad radical. visibilizar la discapacidad no como mera necesidad de ajuste o rehabilitación, sino como experiencia afirmativa, cuerpo-sujeto de deseo, creatividad, política y belleza.

Crip Time: redefine la relación entre cuerpo y tiempo. El ritmo impuesto por la sociedad —productivo, acelerado, homogéneo— no se ajusta a la realidad de muchos cuerpos, y eso no es un fallo, sino una diferencia valiosa. Propuesto por Alison Kafer (Feminist, Queer, Crip, 2013), invita a reconocer que cada cuerpo tiene su propio compás vital, donde la lentitud, la pausa o la espera pueden ser formas de cuidado y de resistencia. Aceptar el Crip Time es rechazar el mandato neoliberal del rendimiento constante. Por ejemplo, las instituciones que ajustan horarios y ritmos académicos a las necesidades diversas de estudiantes y trabajadores, reconociendo el descanso y la flexibilidad como derechos, no excepciones.

Adaptive Performance: El concepto de Adaptive Performance surge del arte y el deporte como una forma de reapropiar el movimiento. Aquí la discapacidad se convierte en lenguaje: cada cuerpo inventa su propio modo de moverse, danzar o competir. La adaptación no significa limitación, sino creatividad física. Inspirado por Petra Kuppers y las prácticas del Disability Arts Movement, el rendimiento adaptado desafía la estética de la perfección y demuestra que toda corporalidad puede generar belleza, energía y presencia. Coreografías inclusivas o rutinas deportivas donde los movimientos con sillas de ruedas, prótesis o apoyos son parte de la expresión artística y atlética, no “versiones reducidas”.

Body Positive y Crip Activism: El movimiento body positive defiende la aceptación y el amor hacia todos los cuerpos; sin embargo, el crip activism va más allá: convierte esa aceptación en resistencia política. Ser crip —término resignificado por Robert McRuer en Crip Theory (2006)— implica desafiar los ideales de belleza, productividad y autonomía. Los cuerpos crip no se conforman con ser tolerados: exigen ocupar el espacio público, el arte y la política desde la diferencia. El body positive empodera; el crip activism transforma.

Un ejemplo es el trabajo de Jillian Mercado, modelo y activista dominicana-estadounidense con distrofia muscular. Desde sus primeras campañas con Diesel (2014) y Beyoncé (2016) hasta su contrato con IMG Models, Mercado ha desafiado los estándares tradicionales de belleza y normalidad corporal dentro de la industria de la moda

Intimidad Asistida: reconoce el derecho de todas las personas a vivir su sexualidad de manera libre, segura y placentera, incluso cuando requieren apoyos físicos o mediadores. No se trata de compasión, sino de autonomía relacional: la posibilidad de decidir con quién, cómo y cuándo compartir la intimidad. Este enfoque, explorado por Tom Shakespeare (The Sexual Politics of Disability, 1996), desmonta la erotofobia capacitista que despoja a las personas con discapacidad de su derecho al placer. Ejemplos de esto son programas de asistencia sexual en Europa donde se forman profesionales para acompañar a personas con discapacidad en experiencias de contacto, afecto y deseo, respetando su consentimiento y dignidad.

Accesibilidad Sexual: amplía el concepto tradicional de accesibilidad hacia la esfera del deseo y la intimidad. Significa garantizar información, privacidad, recursos y espacios seguros para ejercer la sexualidad. Como señala Marsha Saxton, el placer y la educación sexual deben ser accesibles como cualquier otro derecho. Reconocer la accesibilidad sexual implica combatir la idea de que la discapacidad anula el deseo. Un ejemplo clínicas de salud sexual que ofrecen materiales en lectura fácil, intérpretes, mobiliario accesible y asesorías inclusivas para parejas diversas.

Cuerpo Atlético Diverso: El cuerpo atlético diverso cuestiona la noción de rendimiento perfecto y muestra que la fuerza, la velocidad o la precisión pueden expresarse de múltiples maneras. El deporte adaptado no busca imitar al deporte normativo, sino crear nuevas formas de potencia y técnica. Como señala Alison Kafer, el cuerpo que compite desde la diferencia se vuelve símbolo de soberanía física y política. Por ejemplo los atletas paralímpicos o practicantes de CrossFit Adaptive que incorporan prótesis, apoyos o estrategias de movimiento alternativo, redefiniendo el significado del esfuerzo y la excelencia.

Aesthetics of Access (Estética de la Accesibilidad): propuesta por Petra Kuppers, plantea que la accesibilidad puede ser una fuente de belleza, innovación y lenguaje artístico. En el arte inclusivo, los subtítulos, intérpretes o pausas no son añadidos funcionales, sino elementos estéticos que enriquecen la experiencia. La accesibilidad, en lugar de corregir una carencia, amplía los sentidos y genera nuevas formas de sensibilidad colectiva. Por ejemplo las obras de teatro o danza donde la interpretación en lengua de señas, la descripción sonora o las rampas integradas son parte del diseño visual y narrativo de la puesta en escena.

Posthuman Disability: El concepto de Posthuman Disability, explorado por Dan Goodley, Katherine Runswick-Cole y Fiona Kumari Campbell, analiza la discapacidad en el contexto tecnológico y biopolítico del siglo XXI. En la era del cuerpo aumentado, la discapacidad se convierte en el punto de partida para pensar una nueva humanidad híbrida: biológica, mecánica y digital. El cuerpo posthumano desafía la idea de perfección y revela que todos los cuerpos son, en cierto modo, dependientes de tecnologías y cuidados. Ejemplo: el caso de Stephen Hawking, cuya relación con la tecnología de voz y comunicación no lo “reparó”, sino que expandió su capacidad de pensamiento y presencia pública

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