lunes, 18 de octubre de 2021

Fundamentalismo y autoritarismo en EL Salvador (Religión y política)


En su discurso presidencial de Nayib Bukele hay lenguaje religioso “inofensivo”, que se usa para saludar y hacer protocolo en un país de mayoría creyente. Sin embargo, es peligroso cuando lo religioso justifica el uso de los cuerpos represivos del Estado y el rompimiento de la institucionalidad democrática. Incluso también se ha usado para atacar a opositores y desprestigiar a críticos; para justificar los efectos de las políticas de gobierno como la disminución de contagios por COVID 19; para autoproclamarse instrumento de Dios, y para promover validación entre sus seguidores y la población cristiana. Todas estas situaciones son ejemplos de instrumentalización de las referencias religiosas, para fines políticos, que resultan convenientes para la concentración del poder, el abuso de autoridad y fanatismo de sus seguidores. Sí un presidente se llama a él mismo instrumento de Dios, lo lleva a posicionarse (ante aquellos que le creen) por encima de todos, inclusive encima de la ley, y le permite disfrazar de religioso lo que en realidad representan sus intereses políticos.

Hay líderes religiosos y creyentes que apoyan el proyecto político de Bukele. Sin embargo, hay otros que desconfían o critican abiertamente al presidente. Dentro de los que le creen su mensaje religioso, hay personas bien intencionadas, gente sufrida, necesitada, que han sido víctimas de engaños de otros proyectos políticos, pero también hay aduladores, fanáticos y oportunistas. Por tal motivo, se debe tener cuidado en la creación de un mito en torno a un redentor político donde el mandatario un culto a la personalidad. Presentarse como un “instrumento de Dios” exaltando la emotividad, la superstición, lo mágico, el culto a la persona (santos o caudillos) de forma narcisista es una amenaza para un sistema democrático. Por tanto, al apelar a la emotividad y la divinidad sobre la objetividad y la racionalidad de un proyecto político termina generando confusión del deseo sobre la realidad.

El uso de simbología religiosa no ha sido lo central de mensaje de Bukele para llegar al poder. Lo cual no significa que la veces que lo ha utilizado no haya sido en la mayoría de los casos oportunista. Pero ha aprovechado el lenguaje divino, como una estrategia para exagerar, esconder y concentrar el poder en beneficio propio. Esto último sin duda un peligro para la democracia. Desde el Estado, no es válido utilizar a Dios para justificar políticas públicas. Ya en política la religión llega a convertirse en una estrategia utilitaria de órdenes perversos, aunque produce esperanzas, generalmente provee soluciones falsas a problemas reales. Y pierde su sentido unificador y de realización de las personas.

En una sociedad debe haber ausencia de autoridades «tutelares» no elegidas (como ejércitos, monarquías o corporaciones religiosas) que limiten el poder de las autoridades elegidas para gobernar. Cuando los populistas invocan al pueblo, están separando un grupo «de los de dentro», unido en torno a una etnia, una religión, una clase social o unas convicciones políticas compartidas, de un grupo «de los de fuera», cuyos intereses pueden ignorarse con total legitimidad. Por así decirlo, están dibujando los límites del demos y argumentando implícitamente que unos ciudadanos son dignos de consideración política y otros no. Están reivindicando para sí, por usar las certeras palabras de Jan-Werner Müller, un «monopolio moral de la representación».

El peligro es la ficción suya de que solo el (y quien está de acuerdo con él) es quien habla por el Dios y por el pueblo. Un monopolio de la verdad. El uso de militares y policías afecta coexistencia pacífica y se utiliza la religión para justificar el uso de la violencia. La intención de la religión es unir y no el generar odio y destrucción.

El problema, no es que los principios de la democracia, de la Constitución o las Leyes sean inherentemente defectuosos o hipócritas. Sino que no se han llevado realmente a la práctica todavía. Y, por consiguiente, la solución no consiste en tirar por la borda las aspiraciones universales de la democracia y sustituirlas por unos derechos y unos deberes fundados en principios religiosos, sino en luchar porque a la gente se le respeten los derechos humanos. El presidente ha tenido una gran habilidad para convertir esas formas de resentimiento en armas: su retórica trata simultáneamente de volver la indignación creciente con las personas ricas en contra de la élite dirigente. El populismo religioso ha tachado de antipatriotas a todos aquellos que se oponen al él. Se ha aferrado a las armas, o a la religión, o a la antipatía por los partidos tradicionales por ser formas de explicar frustraciones y problemas la retórica presidencial de que es un "instrumento de Dios" puede ser atractivas, pero carecen de pruebas que verifiquen su veracidad. Lo que sí puede comprobarse es que las alusiones religiosas y los militares, serven para resaltar al político que las utiliza, por tanto, pasan a ser instrumentos políticos.

Con frecuencia, la evaluación pública de la política del presidente y no el uso de la religión ha sido el que ha prevalecido. El uso politico de la religión tiene bastante aceptación popular, lo utiliza porque es más fácil decir que hacer. De hecho, cuando la opinión y la política están alineadas entonces se usa la religión como una especie de refuerzo con la preminencia de un liderazgo carismático.

Bukele ha aprovechado la religiosidad popular y populismo ambas se basan en una lógica sencilla que dan alivio y satisfacción. Se desarrollan en la cultura e identidad del "pueblo" no es de izquierda ni de derecha, ni de católicos ni de evangélicos, es popular culturalmente aceptado. Ambos no son necesariamente negativos, pero pueden ser utilizados por proyectos políticos que escondan fines egoístas ajenos al pueblo. 

Autoritarismo y fundamentalismo 

Un proyecto político autoritario toma ventaja del fundamentalismo religioso. El autoritarismo busca la dominación física, y en el fundamentalismo religioso prevalece la dominación ideológica inmaterial, en ambos hay un sometimiento hacia quien detenta el poder, las personas se someten y dejan de lado su libertad. El fundamentalista ejerce violencia, yendo desde el menosprecio hasta la denigración e el insulto a los seguidores de otras formas de pensamiento. Se abogan el monopolio de la verdad. Por el contrario, verdadera democracia es el respeto y la tolerancia y a los cuáles se apunta como horizonte, por tanto, el que no se alcance a plenitud por actos de corrupción, no significa que la democracia se deba de desechar, sino la religión convertida en poder político ha dejado en la historia un rastro de intolerancia.

Llevan a la radicalización los seguidores pueden convertirse en fanáticos anti modernismo, mesianismo, oscilación entre el apoliticismo y el patriotismo activista, interpretación literal y fantasía los dones y milagros. Interpretar la biblia a su manera, interpretar la constitución a su manera es una apología de las decisiones injustas de la autoridad

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